México ha sido históricamente un destino privilegiado para el turismo internacional. Su riqueza natural, su vasto patrimonio cultural y la calidez de su gente lo han convertido en un imán para visitantes de todo el mundo. Más que una simple fuente de ingresos, el turismo es el motor de millones de empleos: restaurantes, hoteles, transporte, guías de turistas, artesanos y un sinfín de actividades económicas dependen del flujo constante de viajeros.

Más allá del turismo de sol y playa, México tiene un potencial enorme en segmentos como el cultural, gastronómico, de aventura y de negocios. Con 35 sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y una cocina reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial, el país tiene todo para destacar en el mapa turístico global. Sin embargo, sufre de problemas que frenan su crecimiento, siendo la inseguridad y la violencia los más graves.

A estos desafíos se suma la imagen negativa de México promovida por figuras como Donald Trump. Su discurso, que retrata a México como un país peligroso, lleno de criminales y poco deseable como vecino, tiene repercusiones que van más allá de la política migratoria. La percepción de México en Estados Unidos es crucial para el turismo, ya que los estadounidenses representan la mayor parte de los visitantes internacionales que llegan al país.

Para dimensionar el impacto, basta con revisar las cifras: más del 60% del turismo extranjero en México proviene de Estados Unidos, y en destinos como Cancún, Puerto Vallarta y Los Cabos, este porcentaje es aún mayor. No se trata solo de turistas que llenan hoteles y restaurantes; industrias enteras, como los desarrollos de tiempo compartido, dependen casi por completo de este mercado. 

En muchos casos, las mal llamadas propiedades vacacionales están diseñadas exclusivamente para compradores estadounidenses, quienes invierten miles de millones de dólares en esquemas de membresía que sostienen resorts, campos de golf y marinas.

El problema es que la violencia en México, no es solo una percepción. Los homicidios, los enfrentamientos armados y el control territorial de muchas zonas turísticas por parte del crimen organizado han hecho que la advertencia de Trump no parezca del todo exagerada. Si a esto se le suman sus amenazas cumplidas de militarizar la frontera, endurecer las políticas contra México y, sobre todo, haber declarado a los cárteles como organizaciones terroristas, el resultado es una mayor incertidumbre que podría traducirse en restricciones de viaje, cancelaciones de reservaciones y una caída en el número de visitantes y en la inversión extranjera.

Apostar por el turismo significa fortalecer la economía, preservar la identidad cultural y generar oportunidades en regiones que, de otro modo, tendrían pocas fuentes de ingresos. Pero para que México mantenga su posición como potencia turística, no basta con tener paisajes espectaculares y sitios históricos únicos; necesita una estrategia sólida, inversión en promoción y, sobre todo, un mucho mayor esfuerzo por combatir la violencia y cambiar la imagen del país a nivel internacional.

México tiene todo para seguir siendo un destino de primer nivel, pero mientras el gobierno no logre recuperar el control del territorio, el turismo estará en riesgo. No se trata solo de contrarrestar el discurso de Trump, sino de enfrentar la realidad y tomar acciones contundentes para que el mundo vea a México como lo que realmente debería ser: un país seguro, vibrante y lleno de oportunidades.

Por Editor

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