El pasado 7 de octubre el grupo terrorista Hamás, atacó arteramente a la población civil de Israel. La reacción: la guerra. El conflicto árabe-israelí ha sido desde siempre divisivo y delicado, y sus perspectivas han puesto al mundo en vilo. Además, los escenarios bélicos cambian rápidamente: las víctimas se convierten en victimarios, pero a fin de cuentas quien está pagando el precio es la población civil.

En el Libro del Éxodo del Antiguo Testamento, quedó escrito la nada tersa relación entre Musulmanes y Judíos. Desde entonces se refiere como Dios envió las plagas a Egipto con el fin de permitir la salida de Moisés y su Pueblo a través del episodio bíblico del Mar Rojo. Hoy, el odio de los recientes ataques terroristas han mostrado una barbarie digna de las horas más oscuras de la historia de la humanidad.

Desgraciadamente la desproporcionada respuesta del ejército israelí, ha multiplicado la pérdida de vidas humanas por los bombardeos y metralla sin límite que apuntan y hacen blanco en la población civil de la Franja de Gaza.

El ejército israelí se ha propuesto borrar de la faz de la Tierra a los integrantes del grupo terrorista Hamás.  La operación lleva algunos días y ya se han visto resultados espeluznantes. El bombardeo a un hospital donde murieron más de 500 personas, es solo una muestra.

Miles de muertos israelitas y palestinos son una tragedia desgarradora. Pero hoy como ayer, las formas terroristas utilizadas por Hamás, siguen siendo de una violencia atávica al poner como escudos humanos a personas ajenas y a veces hasta de su propio pueblo indefenso. Son  crímenes de guerra que por ningún motivo pueden ser justificados. 

Tampoco puede justificarse un uso desmedido y desproporcionado de la fuerza por parte del ejército de Israel, porque entonces quien estaría ganando es el grupo terrorista Hamás, ya que sus actos han provocado el efecto deseado.

Se acusa a Israel de mantener un comportamiento genocida contra los palestinos. Según la definición, genocida es “la persona o grupo que aniquila de manera sistemática e intencional a un grupo social”.   Difícil de entender como un pueblo que vivió el exterminio, lo practique ahora contra sus vecinos.

Por su parte los terroristas del grupo Hamás  refieren: “No vendrá el Día del Juicio hasta que los musulmanes combatan a los judíos, hasta que los judíos se escondan tras las montañas y los árboles, los cuales gritarán: ‘¡Oh, musulmán! Un judío se esconde detrás mío, ¡ven y mátalo!'”. Así las cosas, no hay la más mínima posibilidad de que este conflicto termine pronto, ni mucho menos que sea mediante formas diplomáticas.

Lo que también sorprende y no deja de ser parte de los análisis realizados hasta el día de hoy por expertos y opinadores, es que la efectividad que se le concede a la “policía secreta” de Israel, no ha estado a la altura de su fama pública. El macroataque terrorista tomó por sorpresa al País entero, incluido su gobierno y sus sistemas de inteligencia no pudieron advertir que estaban a punto de sufrirlo.

Desde 1947 a la fecha, Israel se ha convertido en un Estado fuerte y poderoso. Sin embargo, al ser gobernado más de 15 años por Benjamín Netanyahu, acusado de corrupción en su gobierno, con la pretensión de anular la autonomía de su poder judicial y traicionar a su democracia, con un arsenal nuclear listo para ser usado, pone en riesgo la paz mundial. Que peligroso resulta el populismo en donde sea que exista. Deseamos que prevalezca la razón para que Israel y Palestina puedan vivir juntos en un pacífico y mejor Medio Oriente.

Por Carlos Román.

Por Editor

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