El Presidente no escucha lo que no quiere. Sus malos chistes ante la matanza de cinco jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco, son la prueba de la frivolidad y de los pésimos resultados de su gobierno en el tema fundamental de la seguridad pública. En lugar de hacerse el gracioso, debió ordenar atender la emergencia para poner un alto a la barbarie que se vive todos los días ahí y en muchos otros lugares de México. Por su parte, la FGR debió actuar y atraer de inmediato la investigación y dar resultados. Si ya saben que existe ese tipo de plaga, debieron prevenir y evitar desde hace mucho tiempo, la brutalidad de estos asesinatos que no deben quedar en el olvido.  

La maldad y lo diabólico de este caso han escandalizado con toda razón a la opinión pública nacional e internacional. El Presidente, ante una situación así, debió repudiar de inmediato el crimen, ofrecer consuelo a los padres y asumir las consecuencias de una política fallida que ha llevado a México a niveles de violencia de una bestialidad sin precedente. Pero contar chistes ante algo así,  nada lo justifica, nadie en su sano juicio se puede reír de eso.

Ante este dantesco crimen, la gente está irritada y con razón. Estamos hartos de que esta realidad sea insuperable. Los abrazos nunca funcionaron y por eso el Estado se ha visto superado por los balazos que los delincuentes disparan contra inocentes. Las mafias han monopolizado la violencia para imponer su ley, que ya ni siquiera es la de la selva, sino la del terror que vive el País entero.

¿Qué podemos esperar del combate al narcotráfico ante la ausencia de la fuerza del Estado? Desgraciadamente nada. ¿Qué podemos esperar de un fiscal que se dice ser independiente sin serlo y que está dedicado más a satisfacer sus venganzas personales que a procurar justicia? Nada. ¿Qué podemos esperar de brujos, mentirosos y charlatanes? Lo mismo: nada. Hoy es más importante mantener la popularidad que transformar la realidad avasallante que da cuenta de ese y de muchos más asesinatos. Son cientos de miles de mexicanos muertos por la creciente violencia. Pónganse por un momento en los zapatos de los padres de los jóvenes masacrados, no hay palabras que alcancen para describir su sufrimiento.

Esta nueva elite política que solo lleva cinco años en el poder está acabando con el País. A pesar de ello, muchos siguen creyendo en el falso mesías. El juicio de la historia no está lejos y ya sabemos que va a ser implacable. La falta de buenos resultados es evidente.

Estamos hartos de esta infamante realidad que no respeta la vida de nadie. Estamos hartos de tener un México sin futuro y de ver asesinados a nuestros jóvenes y a nuestras mujeres. Estamos hartos de que estos mandarines, ante la bestialidad de los actos de los delincuentes, decidan evadir la realidad y su responsabilidad contando malos chistes. Estamos hartos de ver cómo ha cambiado la República para volverse el gran negocio de aquellos que se decían diferentes. Estamos hartos de vivir con miedo. ¿Cómo exigimos justicia si no tenemos un estado de derecho? ¿Como exigimos seguridad, si no hay voluntad de combatir al crimen? Solo ambición por el poder, para mantenerlo a toda costa. “El fin justifica los medios”.

Corrupción, impunidad, incapacidad, son las constantes que han prevalecido sin cambio alguno. El futuro amoroso prometido quedó en chistorete. Sin embargo una cosa es cierta: México no es un País de chiste. Que respeten si quieren respeto. Por lo pronto ante la muerte de esos jóvenes y ante un Estado ausente, que siga nuestra indignación.

Por Carlos Román.

Por Editor

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