El comunismo fue para la mitad del mundo verdad absoluta hasta que en 1989, ladrillo a ladrillo se derrumbó el muro de Berlín que dividió a los hombres y a los países entre malos y buenos, entre comunistas y capitalistas, entre hombres sojuzgados y hombres libres. Con el fin del comunismo, algunos perdieron sus creencias, su ideología y razón de vivir. La caída de la Unión Soviética probó que lo que se creía verdad absoluta hoy es mentira indiscutible. Los que se pensaron libertadores hoy son recordados como dictadores.

Algunos gobernantes trasnochados, particularmente en países latinoamericanos caracterizados por su pobreza y escasa educación, pretenden  fuera del reloj de la historia, convertirse en los nuevos autócratas que imponen su credo y su verdad como fatalidad mesiánica.

Lo que el comunismo dejó de enseñanza es que los absolutos siempre han fracasado en la historia del hombre. El comunismo científico creado como teoría política y económica por Federico Engels y Carlos Marx, comprobó científicamente que fue una mentira, un engaño y que solo sirvió a todos sus santos patronos para implantar las dictaduras más terribles de los últimos tiempos.  

Uno de los principios del comunismo es el materialismo histórico, que es la fatalidad de la lucha de clases que debería haber llevado a la clase obrera a tomar el control del estado mediante la Revolución para establecer la Dictadura del Proletariado; después, suprimir la propiedad privada como fuente de la desigualdad entre los hombres y acceder así a una sociedad igualitaria para lograr justicia social. Eso nunca sucedió porque se llama utopía.

Pero pensar en el debate que se ha suscitado con los libros de texto en los que se acusa de querer implantar una educación basada en los principios del comunismo, y entiendo por ellos al marxismo leninismo, es algo que no es exacto.

México nunca ha sido y no podrá ser comunista. Una frontera de más de tres mil kilómetros con la primera potencia capitalista del mundo lo impide. México ha tenido gobiernos corruptos, populistas e ineficientes, incluido el actual. No es posible explicar si fuéramos un País comunista o nos encamináramos hacia allá, el por qué tenemos a uno de los hombres más ricos del mundo, que llegó a encabezar durante mucho tiempo esa lista reservada para quienes han detentado mediante el capitalismo salvaje, una acumulación de capital obscena, inmoral, basada en la entrega de los recursos nacionales vía licitación pública a unos pocos, muy pocos afortunados empresarios que tuvieron la suerte de estar en el momento adecuado, en el lugar adecuado y con las relaciones necesarias para apropiarse de una parte fundamental de la riqueza nacional. Un régimen comunista ya los hubiera expropiado, pero siguen vigentes y activos como siempre. Eso se llama neoliberalismo corrupto.

Las desigualdades sociales no podrán reducirse con la pésima educación pública que proporciona el estado. Lamentablemente así ha sido y seguirá siendo porque así conviene a las elites, pasadas y presentes. Un pueblo ignorante, se conforma con poco, muy poco.

En esta época estamos viendo resurgir no al comunismo como fatalidad dialéctica del futuro de la sociedad mexicana, pero sí al populismo que muestra su peor lado autoritario: el desprecio a la ley.

Marx Arriaga no es Carlos Marx ni Nicolas Maduro es Fidel Castro. Pero no importa que el mundo les diga que se equivocaron, porque si algo dejaron estos personajes, no fue libertad ni democracia para sus pueblos, tampoco bienestar ni un mejor futuro. La Revolución Cubana solo ha servido  como la justificación para que unos cuantos se apropien de un país. El mundo cambia, la vida cambia. El antiguo héroe hoy es sencillamente un dictador. Por eso alguien dijo que “el que olvida su pasado, está condenado a repetirlo”. Que no se olvide, las lecciones de la historia no son gratis.

Por Carlos Román

Por Editor

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