El día de ayer falleció a los 89 años de edad Porfirio Muñoz Ledo. Político de tiempo completo, de etapas y de tiempos históricos y presentes en los que siempre fue actor y factor de cambio. Se distinguió por tener una personalidad y un talento que dejaron huella en lo que ha sido la corta y tortuosa vida democrática de México. Gran orador, pico de oro, brillante y ocurrente, con una respuesta rápida y certera de los temas partidistas y de la vida política del País. También fue un buen bebedor, boxeador y conversador formidable, además de excelente bailarín.

Siempre a favor y siempre en contra, esa fue la característica que lo identificó en su larga, muy larga carrera política. Presidente de dos partidos, fue de todo y vivió de todo. Surge a la vida pública como “diazordacista”. Pasó por el Echeverrismo, transitó junto a varios presidentes posteriores pero siempre fueron proyectos ajenos. Así hasta su ultimo apoyo: el Obradorismo, al que también criticó duramente. No podía ser de otra manera. No hubiera sido Porfirio Muñoz Ledo de no haberlo hecho así. Fue ideólogo y opinador de gran sagacidad que le puso sal y pimienta a las críticas. Transitó de autoritario a demócrata, aunque nunca se le dio muy bien esto último. Fue actor principalísimo de todas las reformas políticas de los últimos cuarenta años. También vivió la transición que acabó con la hegemonía del PRI, para ser parte del primer gobierno panista, que acabó siendo parecido a lo que tanto criticó.

Porfirio Muñoz Ledo, siempre tuvo una fascinación por los reflectores para llevarse la nota y mantenerse vivo en la opinión pública. Fue parte fundamental de muchos proyectos políticos, de muchos hombres que llegaron a la presidencia de la república, que siempre fue su obsesión y a la que nunca pudo acceder.

De una personalidad individualista, siempre buscó encabezar los proyectos en los que participó, que como se dijo, nunca fueron de él y para él. Demostró siempre ser muy poco confiable para sus compañeros, también para sus adversarios y para cualquier proyecto que significase un sacrificio personal, porque como un hombre de una inteligencia excepcional, nunca confió realmente en nadie para poder llevar a cabo los proyectos que apoyó y que invariablemente siempre terminó criticándolos y no más de una ocasión hasta denostándolos.

Fue el enfant terrible de Echeverría. Fue fundamental en la creación del PRD de Cuauhtémoc Cárdenas. Vivió con Vicente Fox la diplomacia en donde pasó penas y críticas. Por supuesto, fue un factor importante para llevar a Lopez Obrador a la presidencia. Cambió el acartonado discurso político para darle una nueva dimensión, sin solemnidades que en verdad llegaron a ser ridículas. Porfirio fue siempre noticia.

Una y otra vez repitió sus estrategias: romper para crear las condiciones de subsistir. Porfirio tuvo un estilo y una forma de ser irrepetible. Fue noticia, crítica y espectáculo. Fue un gran polemista y combatiente, apoyaba todo y se oponía a todo. Siempre lo vi con más luces en la crítica, donde en verdad daba notas.

No fue el líder en el que se podía confiar como incondicional; tampoco un aliado confiable.

Ayer dejo ahora si para siempre la escena política y los reflectores que lleva esa vida. Sera recordado como un político que nunca inspiró confianza, pero fue un hombre que vivió y disfrutó el poder, en el que tuvo muchas ideas, en un País en donde han sido más escasas que el agua en el desierto.

Descanse en paz Porfirio Muñoz Ledo.

Por Carlos Román

Por Editor

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