Con buenos deseos nada se resuelve. Por eso, no podemos apostar a una metamorfosis sobre la que no tengamos plena seguridad del cambio que esperamos se produzca con quien llegue a ser el próximo presidente. En la naturaleza, la metamorfosis más conocida es la de la mariposa. Hay algunas que como orugas  se confunden con el piso o con las hojas de los árboles, pero cuando se transforman, vuelan con la luz del día, con plenitud de colores  y majestuosa forma, otras se vuelven oscuras, huyen de la luz y asustan.

Por lo bizarro de estos tiempos preelectorales que se diseñaron para violar la ley, ya sea las corcholatas o bien los precandidatos conservadores y opositores, parecen más preocupados por el espectáculo que por proponer y compartir alternativas para solucionar los graves problemas que padecemos los mexicanos. Me gustaría conocer para no descalificar de antemano, los talentos de estos personajes de “excepción” que buscan la presidencia de México. ¿Realmente su aspiración es legítima; cuentan con capacidad política y administrativa para ocupar un cargo tan complicado o piensan que lo importante es la nominación y después todo es cuesta abajo?

Las corcholatas, están obligadas a formular pronunciamientos serios sobre lo que se prometió pero no se pudo hacer en este sexenio. Es evidente la falta de seguridad pública en el país; también el desastre en el sector salud, la educación no va bien, las relaciones con nuestro poderoso vecino son cada día más complejas. Que expliquen su postura ante los problemas internacionales, que no son pocos y que nos ponen en tiempos de pre-apocalipsis. Conocer su estrategia para que nuestra economía crezca y un  largo muy largo etcétera. Pero sobre todo, me encantaría saber cómo piensan, porque necesitamos ideas que puedan generar soluciones y ya no excusas como culpar al pasado de todo.

Adular, imitar, callar no significan para mí una alternativa ni una propuesta seria. Muchos ya nos cansamos de respuestas generales y ambiguas que a nada y a nadie comprometen. Diagnóstico y solución. Esto es importante para entender lo que los distingue, para saber quién puede y quien no, porque conocer solo su personalidad mediática no es suficiente. Saber si tienen ideas propias y por lo tanto inteligencia o solo repiten lo que se les permite decir.

Hoy la sociedad exige a todos los precandidatos posiciones claras sobre cómo se proponen resolver la cada día más larga lista de problemas nacionales. Tenemos derecho a saber que estos personajes no sean solo el instrumento para encubrir incapacidades, culpas y responsabilidades. El distanciamiento entre palabras y hechos ha sido tan evidente que de plano muchos, desde hace años, no confiamos y menos creemos en los pronunciamientos que prometen arreglar al país en quince minutos.

El voto duro no va a decidir la próxima elección; será esa inmensa mayoría de ciudadanos que hace mucho dejaron de creer en los partidos políticos, porque en ellos no hay más compromiso que el de sus mezquinos intereses. Los ciudadanos van a votar en conciencia. Por eso, si todos los precandidatos en verdad no quieren engañarse a sí mismos, deben mostrar sus propuestas, sus ideas y compromisos ante los retos que preocupan a la sociedad.

Compromisos claros ante problemas claros, eso debemos exigir. No podemos aceptar que quienes nos pretenden gobernar se escondan en una imagen de quien no son, ni en un partido o varios partidos sin prestigio, o en discursos plagados de abstracciones. Las palabras huecas, sin compromisos, nada dicen.  

Queremos que las precampañas y las campañas sean de ideas, de debates, de confrontar la realidad con propuestas. No queremos ofensas y adjetivos que nos  sigan polarizando. Necesitamos que los aspirantes al máximo cargo político de México se definan definiéndose a sí mismos. Invariablemente, cada seis años tenemos esperanza de un mejor gobierno. No ha sido así. Ahora pudiera ser que una mujer sea la próxima Presidente. Ese es el reto que tenemos como sociedad. Si es que hay inteligencia, que se manifieste.

Por Carlos Román.

Por Editor

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