Andrés Manuel López Obrador se formó políticamente en el priismo, en los tiempos de aquel PRI en la que la voluntad del líder se acataba sin cuestionamiento, no importaba la alta dosis de autoritarismo que siempre se justificó con la trillada excusa de la disciplina partidista y la sumisión al dirigente en turno, que era el iluminado, casi santo y tenedor de toda la verdad. Era el PRI histórico, sin contrapesos, capaz de todo, sin consecuencias ni votos de castigo, hasta entonces.

En 1988 Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martinez y Porfirio Muñoz Ledo forman el Frente Democrático Nacional, al que se suma Lopez Obrador para renunciar así a su pasado priista. Quienes formaron ese Frente lograron en realidad generar dos partidos políticos muy distintos: El PRD, que recoge la forma autoritaria y populista del priísmo duro y puro, pero sin la sumisión total al líder en turno y, el Nuevo PRI, que apuesta todo a la implementación de un modelo político que toleró la corrupción a tope y generó a la sociedad más desigual de la historia moderna del País, basada en el neoliberalismo.

Cuauhtémoc Cárdenas se postula tres veces a la presidencia y las tres veces la pierde, la primera ante Carlos Salinas como candidato, elección que fue “callada” por Manuel Bartlett; la segunda elección contra el mismo Salinas, que como presidente usa todo el poder que le da ese cargo para nuevamente definir el resultado a favor del PRI y su candidato Ernesto Zedillo, después del sisma generado por el magnicidio de Luis Donaldo Colosio; la tercera, contra Vicente Fox, en la que el PRI pagó un alto costo entregando el poder al PAN, con quien  para entonces tenía más afinidad que con el PRD y con ello se anunciaba el final como el partido hegemónico y prácticamente único que fue por décadas.

Algo similar le ocurre a López Obrador, iniciando así su movimiento: MORENA, quien lo convierte en partido y en el 2018, sin el PRD a quien acusa de traición, gana sin dificultad alguna la Presidencia de México, después de esos 2 intentos fallidos y no poco controvertidos, en particular en 2006 contra Felipe Calderón, cuyo resultado tiene un fuerte tufo a fraude.

AMLO demostró ser un político incansable, con sensibilidad y con un contacto permanente y efectivo con la gente. Su liderazgo, su partido y su popularidad, se han construido en base a su personalidad carismática, de un gran valor para un sector mayoritario del País; pero sin su líder; ese partido de un solo hombre empezará a perderse, a escindirse y desaparecer; porque no estará ajeno al canibalismo que hemos visto en los demás partidos de México, que por cierto son demasiados para una sociedad tan poco interesada en lo público.

MORENA es en mucho un partido político que sin Lopez Obrador no tiene las condiciones que le garanticen su permanencia, porque inclusive a la “corcholata” que resulte ganadora, la gente no le va a seguir aplaudiendo por siempre todo, y si no…. al tiempo.

Transitorio.- En esto de los partidos políticos se aplica lo dicho por Jorge de Santayana, filósofo español que sentenció:“El que olvida su pasado está condenado a repetirlo”, frase que en muchos aspectos ha resultado muy cierta.

Por Carlos Román

Por Editor

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