Imagina una ciudad donde cada calle es un laboratorio, cada casa un experimento y cada residente un pionero del futuro. Esto ya no es ciencia ficción: Toyota acaba de inaugurar Woven City en Japón, un espacio real donde la tecnología y la vida urbana se entrelazan para crear soluciones que podrían transformar cómo nos movemos, trabajamos y convivimos en las ciudades del mañana. Lo que comenzó como una visión presentada en el CES 2020 hoy es una realidad tangible, con residentes viviendo y empresas probando innovaciones en tiempo real.
En el corazón de Woven City late el concepto japonés de ‘Kakezan’, que significa multiplicación. La idea es simple pero poderosa: cuando talentos, ideas y tecnologías se combinan, el impacto resultante es mayor que la suma de sus partes. Para impulsar esta filosofía, Toyota lanzó el programa ‘Woven City Challenge: Hack the Mobility’, una convocatoria abierta hasta octubre de 2025 que invita a startups, universidades e instituciones de investigación mundial a presentar proyectos que mejoren tanto la movilidad como la calidad de vida urbana. Akio Toyoda, presidente de Toyota y ‘Master Weaver’ de la ciudad, lo expresó perfectamente durante la inauguración: ‘Cuanto más nos unamos, mayor será el impacto. ¿No sienten que realmente podemos tejer un futuro más brillante juntos?’.
Lo que hace única a Woven City es que no es un modelo de exhibición, sino una comunidad funcional donde las innovaciones se enfrentan a la realidad cotidiana. La infraestructura combina movilidad eléctrica y autónoma con proyectos de salud, alimentación, educación e incluso convivencia humano-animal. Desde cafés de UCC hasta espacios libres de polen de Daikin, cada iniciativa busca reimaginar la vida urbana desde lo práctico hasta lo sensorial. Esta ciudad laboratorio representa un paso crucial en la transformación de Toyota hacia una empresa de movilidad integral, una ambición anunciada desde 2018 que ahora toma forma concreta.
Woven City no pretende ser la ciudad del futuro definitiva, sino un puente hacia ella. Su verdadero valor radica en la cocreación y en la libertad para fallar, corregir y volver a intentar en un entorno real. En un mundo donde los desafíos de movilidad, sostenibilidad y calidad de vida se vuelven cada vez más urgentes, este experimento urbano podría convertirse en un modelo replicable globalmente. La clave estará en lo que logren generar desarrolladores y residentes trabajando juntos: un ecosistema donde tecnología y humanidad se entrelacen para dar forma a un futuro más habitable, sostenible y conectado para todos.