Como exalumno tengo derecho a opinar sobre lo que vive la UNAM actualmente y, aunque no se quiera, es muy fácil anteponer el corazón y la emoción a la razón. 

La UNAM vuelve a estar en el centro del debate. Lástima que el tema sea el plagio de una tesis de dudosa procedencia o, mejor dicho, de una tesis compartida y copiada indebidamente varias veces. Un asunto de ausencia de ética, afecta a toda la Universidad y tiene repercusiones hasta en la vida de la Corte.

Viví intensamente mi Universidad. En las aulas de la facultad de derecho conocí la diversidad de México. Entendí en el pensamiento y en los actos de otros estudiantes que dejaron sus lugares de origen en toda la República para estudiar en nuestra máxima casa de estudios, que nuestro País es grande y diverso yque merece mucho más de lo que ha logrado hasta hoy. Aunque a algunos no les guste, las aspiraciones académicas y de vida de muchos, las cumplimos gracias a la Universidad. 

Los numerosos grupos de estudiantes que se integraban para recibir las doctas cátedras de distinguidos maestros, transformaban el salón de clases en un mosaico en el que escuchabas un crisol de acentos de todas las regiones del País. Observabas costumbres que no conocías y si te los hacías amigos, te obsequiaban productos que cuidaban como tesoros, porque los traían de su tierra, de sus provincias y solo tendríanmás hasta las vacaciones, en las que regresaban a sus hogares.Encontrabas a todo el País en un salón de clases.

Estudié en una Universidad plural y con respeto a las ideas. Lo que pensabas y expresabas podías defenderlo, tal vez sin mucho método, pero con vehemencia y había tolerancia. Pude constatar desde entonces que la UNAM es una universidad plural, desde la integración del alumnado puedes darte cuenta de que hay ricos, pobres y clase media. A sus aulas asisten desde hijos y nietos de expresidentes de la república, hijos de secretarios de estado, hijos de profesionistas y comerciantes, obreros y campesinos con buena disposición, incluso hasta para estudiar.

En eso de las ideologías, vi a una izquierda poco democrática que fue prevaleciendo en la Universidad. Así, desde los comités de huelga del 68 hasta el tristemente célebre Mosh que tanto daño hizo, la UNAM ha tolerado mucho a quienes por sus ideas, se convirtieron en fanáticos extremistas.

Esa izquierda de ayer, produjo lideres que luego se convirtieron en funcionarios públicos y algunos en importantes parlamentarios de hoy. Lo malo del fin del comunismo es que la convicción de esos jóvenes marxistas que se alojaron en la UNAM cambió, y después de décadas de intentarlo, accedieron al poder por la vía del voto y no de la revolución como lo marcaba el dogma. De manera increíble, ahora esos que fueron y se dijeron progresistas, se esfuerzan por reinstaurar un régimen similar al que trataron de erradicar por antidemocrático y corrupto hace más de cincuenta años. ¿Entonces para que tantas asambleas, para que tantos comités?

La educación universitaria es la herramienta que más favorece a la democracia; además de prepararte, te enseña a pensar y analizar tus decisiones y a resolver problemas. Con la educación puedes formarte mejores juicios y aprobar o reprobar el quehacer político y social de un gobierno, de los partidos políticos y de los políticos. Por eso tal vez no gusten tanto los universitarios al actual gobierno.

No sé qué sucederá en la UNAM con el tema tan comentado por muchos en las últimas semanas. Pero no debemos permitir que aquellos que han actuado mal, encuentren en las autoridades universitarias palabras y actitudes que no vayan a fondo en la solución de las afrentas. Cuando la lógica y el sentido común más elemental te ordena simplemente, en principio y por principios, resolver de raíz lo que afecta la credibilidad de estagran Universidad. No hacerlo ocasiona un grave daño, un costo injusto para esta noble Institución. Es una falta de respeto no solo a los universitarios, sino a todos los mexicanos. 

Hay cosas que no debemos permitir. La Universidad merece toda nuestra atención, todo nuestro cuidado. No debemos seguir tratando de justificar lo injustificable. Que la UNAM no pierda credibilidad no es solo necesario, es indispensable, porque si la pierde, perdemos todos.

Por Carlos Roman.

Por Editor

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