Para quienes algo hemos leído, puedo decir que nuestra vida está marcada por nuestras lecturas, las que siempre dejan enseñanzas, buenos y agradables ejemplos, a veces divertidos momentos y la posibilidad de mejorar nuestra escritura. Algunas nos dejaron una profunda huella, sin duda a mí, una de esas fue la Divina Comedia de Dante Alighieri. Me viene a la memoria porque esa obra la leí hace muchos años, siendo estudiante de derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, cuando la necesidad de aprender te hace renunciar a muchos placeres de esa etapa de la vida, placeres que iluminan tu camino y te hacen sentir ajeno a la muerte, porque a esa edad no es para ti. Bueno, en estos tiempos no estaría tan seguro, hemos cambiado mucho como sociedad.

Pero esas lecturas que se recuerdan pasados los años, justifican esos sacrificios de juventud y te dejan por lo menos, poder escribir con una no tal mala estructura entre sujeto verbo y predicado. Qué difícil es, más cuando eres joven, valorar el tiempo invertido en una buena lectura, contra el placer de los vicios adolescentes que inspiran, que marcan, que te dejan huella.

La Divina Comedia inicia así: “En medio del viaje de nuestra vida me encontré en un bosque oscuro donde se había perdido de vista el camino recto. Qué difícil es decir lo que fue en la espesura de los matorrales, en el bosque tan denso y nudoso que el solo hecho de pensarlo me renueva el pánico. Es amargo casi como lo es la propia muerte pero para ensayar lo bueno que también me trajo hablaré de las otras cosas que vi allí. Cómo llegué allí no puedo decirlo claramente, pues me movía como un sonámbulo en el momento en que me salí del camino correcto”

Cuántas cosas dice Dante en estas pocas líneas. Cuántas realidades pueden caber en ese pensamiento que incluye nuestras creencias y nuestra humanidad compartida. Al estar en la obscuridad nos preguntamos ¿Cómo podemos vivir en una sociedad con tan altos índices de violencia y con más crueldad que en los infiernos narrados en esta obra? ¿Como cambiar a una sociedad  abandonada y marcada por la corrupción que no se va y que muchos practican cotidianamente?  En México podemos encontrar los nueve círculos del infierno descritos por Dante y tal vez, hasta infiernos más dantescos. Del cielo estamos muy lejos y más aun de los Estados Unidos de América, eso no por geografía, sino por la demagógica postura del gobierno que nos dejará por muchos años más en la pobreza.

Haber perdido la noción de nuestra ubicación y no saber dónde estamos, nos lleva a pensar qué en ese bosque denso, solo caminamos en círculos para no llegar a ningún lado. Ese extravío sólo reafirma nuestra inconsciencia y apatía que nos hace cómplices al permitir que siga esta situación y que no nos importa en verdad regresar al camino correcto, porque tal vez no sabemos que es lo que en realidad queremos.

En la Divina Comedia somos testigos de las travesías por el infierno, por el purgatorio y por el cielo. El viaje por el infierno y sus nueve  círculos implica momentos en la vida en que seguro estás que el cielo se ha cerrado y la tormenta no te deja ver ningún camino de salvación. Encontrar en el infierno a Papas y  personas que suponíamos santas o por lo menos morales, te obligan a rebelarte y a pensar que Dios es más que sólo la fe ciega y absoluta que te llevará por la razón y el camino recto, o tal vez la idea de Dios sea atemporal y la lucha entre el bien y el mal sea solo cuestión de los hombres. Eso parece, porque no hay luz que ilumine a quienes nos dirigen, y en ese extravío, todos perdemos.

Por Carlos Román.

Por Editor

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