La Costumbre del Poder fue una serie de libros de novela política escritos por Luis Spota, de los que en particular recuerdo los dos primeros: “Retrato Hablado” y “Palabras Mayores”,que relatan de una forma magistral y muy divertida, la liturgia, las reglas políticas de la forma en que en la época más dura y pura del priismo autoritario, los presidentes de la República realizaban la selección de su sucesor. Claro está que como la reelección del presidente era un pecado capital en la concepción revolucionaria de esos años, todos esperaban que sus sucesores fueran dóciles discípulos que siempre escucharían y llevarían a cabo los sabios consejos y recomendaciones de sus antecesores, quienes desde luego siempre estarían dispuestos a ofrecer su sabiduría política, sus consejos y recomendaciones a sus elegidos, porque la patria los necesitaba y por supuesto que esperaban la gratitud eterna por esa designación que significaba el nombramiento para ejercer el cargo de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, lo que llegó a ser descrito por el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, como la dictadura perfecta.
Ninguno de esos presidentes en plenitud de un poder sin límites, sin contrapesos y sin obligación de rendir cuentas, desde Miguel Alemán hasta Carlos Salinas, obtuvieron esa gratitud de parte de sus sucesores. El gran elector se le llamaba, porque para los tapados lo difícil era ser el “bueno”, la aduana electoral virtualmente no existía o no era problema hasta la elección de 1988 que podríamos considerar como la “Víspera del Trueno”, en alusión a otro libro de la serie que referimos. Lo cierto es que ese gran elector nunca fue reconocido por los sucesores y siempre les pagaron mal, hasta llevarlos a varios de ellos al exilio.
Si bien es cierto que en la actualidad los tapados ya no lo son y se convirtieron en corcholatas, es decir que ya fueron destapados por el Gran Elector, no menos cierto resulta que mucha de esa fascinación y culto a la personalidad que destaca Luis Spota en sus obras, sigue presente con algunas modificaciones, pero en esencia la finalidad de esas solemnidades de la sucesión aún persigue los mismos fines de los tiempos narrados por el autor de “El primer día”
La picaresca de estas formas de hacer política, de ayer y de hoy, es que siempre profetizar lo que va a suceder en el futuro, quién va a ser el seleccionado, el ungido, el beneficiario de la gracia del señor es una constante. De esta forma los políticos también tienen mucho de profetas, los analistas y opinadores evidentemente también juegan a los pronósticos, eso sí con todo tipo de teorías especulativas para así cruzar apuestas y están atentos a todas las señales que desde el Olimpo se puedan observar. El saludo a las corcholatas, las palabras de reconocimiento, el agradecimiento en los actos públicos, la agenda y las invitaciones, los reclamos y hasta el lenguaje corporal importan. Los fines no son muy diferentes a las conductas observadas en la época que Luis Spota escribió esta serie de novelas relacionadas con la forma de hacer política en México y las estrictas costumbres del poder que no perdonaban y que fueron inmortalizadas en aquella frase de Fidel Velázquez, que decía: “el que se mueve no sale en la foto”.
La baraja se va enriqueciendo y hoy ya hay más corcholatas en el juego sucesorio, pero tapado sigue siendo solo uno o una. Hace unos días se unió el Secretario de Gobernación.
En algunos meses veremos cómo evoluciona este proceso.
Transitorio.- Por cierto la propuesta de reforma política que será discutida en breve tiene mucho que ver con la posibilidad de que la corcholata ganadora logre trascender el movimiento iniciado por el presidente actual al siguiente sexenio. ¿Sera que las elecciones de estado regresen por sus fueros?