Navidad

Dic 20, 2021

Esta semana millones de hogares en el mundo estarán celebrando la noche buena y al día siguiente Navidad. Cuánta ilusión por esa reunión fraterna entre familiares y amigos en donde deseamos todos los parabienes a nuestros seres cercanos y reflexionamos lo que hemos vivido durante los últimos doce meses, desde la pasada celebración y encuentro de la familia con motivo del nacimiento de Jesucristo.

Para muchos las navidades son época de reencuentros, de reconciliaciones, de perdonar y hacer un alto en el camino para poder analizar y valorar nuestros actos, nuestros aciertos y nuestros errores y también lo que la vida y el destino han dispuesto para cada uno de nosotros. Es época de ilusiones y esperanzas que podríamos ver representada en la sonrisa de un niño que espera ansioso que amanezca para saber que le ha traído el niño Dios por haberse portado bien durante todo el año.

Pero también son fechas que han ido perdiendo su idea fundamental y convirtiéndose cada día más en pretexto para excesos, disgustos y problemas. Sin embargo me gusta sentir que el optimismo casi siempre se impone y merecemos darnos la oportunidad de pensar y sentir que las cosas serán mejores en un futuro próximo.

Hay unos cuantos elegidos que hacen del misterio del niño Dios su vocación y razón de vida. Porque recordemos que Jesucristo nació pobre entre los pobres, en un pesebre que a pesar de su humildad, fue el lugar que reunió a Reyes quienes se postraron ante él para adorarlo y conocer a quién sería el redentor del mundo.

Jorge y Nabor, tengan presente qué su hijo y hermano ha sido siempre un ser de luz que se nos ha adelantado, pero estamos ciertos que está presente y con los brazos abiertos para recibirnos y mantener la fe que muchos han perdido, que muchos han cambiado por la frivolidad de las cosas que el dinero y el poder nos pueden ofrecer. Jorge hoy es un hombre que se ha convertido en Ángel, que en su enorme fe encontró el camino que iluminó la vida de toda su familia y la de muchas personas que tuvieron la fortuna de conocerlo.

La vida les ha puesto un duro golpe, muy duro, un trago muy amargo porque perder en esas condiciones trágicas a un hijo y a un hermano de excepción, seguramente es una de las penas más terribles y una de las pruebas más difíciles qué cualquier persona pueda soportar. Pero tengan la plena seguridad que Jorge está ahí para ayudarnos a seguir nuestro camino, para no extraviarnos en este mundo lleno de mezquindad, de la competencia feroz por prevalecer uno sobre el otro al precio que sea. Un mundo en donde la fe se ha perdido para muchos, en donde la naturaleza humana se ha contaminado a tal grado que vemos y vivimos una ausencia de valores que justifican todo, que deshumaniza todo. Por eso la luz de Jorge nos guía para recordar lo verdaderamente importante, lo verdaderamente trascendente qué debemos hacer, para no perdernos en lo vacío, en lo indebido, y tomar la fuerza de la memoria de las personas que nos importan, que nos brindan ese sentimiento de orgullo y de grandeza y que nos exigen hacer bien las cosas.

La vida de Jorge, aunque breve, fue fructífera, porque su tarea fundamental fue difundir la palabra de Dios, fue sembrar desde el sacerdocio la bondad y misericordia que en ocasiones perdemos o simple y sencillamente olvidamos porque así más nos conviene.

Jorge y Nabor, sólo quiero decirles que en estos duros momentos que viven, les deseo que en esta Navidad encuentren la fuerza para salir adelante y que el legado del Joven Sacerdote sirva para reafirmar ese compromiso con la fe de cada quien, esos lazos familiares, esa convivencia con amigos, esa ilusión que nos motiva a ser mejores y experimentar esa cercanía con Dios, de la que a veces nos apartamos sin razón y sin excusa, porque muchos de nosotros estamos muy ocupados. Dios los bendiga.

Con motivo de estas fiestas y por unos días estaré ausente para retornar en enero y a todos mis lectores, les deseo una feliz Navidad y un próspero año nuevo.

Para Jorge y Nabor Herrera.

Por Carlos Román.

Por Editor

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