beer filled mug on table

La cerveza, esa bebida milenaria que nos acompaña en celebraciones, reuniones y hasta en un ratito de relax después de un largo día, es sin duda una de las favoritas a nivel mundial. Desde tiempos ancestrales, el ser humano ha perfeccionado su elaboración, utilizando grandes cantidades de agua para lograr esa espumosa perfección que tanto nos gusta. Pero, ¿qué pasaría si te dijera que tu chelita de vez en cuando podría venir con un ingrediente extra, uno que nadie pidió y que, además, es prácticamente imposible de eliminar? Un estudio reciente ha puesto en el ojo del huracán a esta popular bebida, revelando que una gran mayoría de las cervezas analizadas en EE. UU. contienen unas sustancias que, por su persistencia, han sido bautizadas como ‘químicos eternos’.

Estos ‘químicos eternos’ o sustancias perfluoroalquiladas (PFAS, por sus siglas en inglés) son un grupo de compuestos artificiales que han estado presentes en nuestra vida diaria por décadas, en productos tan diversos como sartenes antiadherentes, impermeabilizantes y empaques de alimentos. Su apodo no es gratuito; gracias a unos enlaces carbono-flúor increíblemente fuertes, son prácticamente indestructibles, persistiendo en el ambiente y acumulándose en los organismos vivos, incluyendo el nuestro. Un equipo de investigadores de RTI International se dio a la tarea de analizar 23 marcas de cerveza vendidas en EE. UU., y sus hallazgos son, por decir lo menos, preocupantes: el 95% de ellas contenía PFAS. Lo más alarmante es que estos químicos son una potencial fuente de contaminación del agua potable y se han vinculado a riesgos para la salud, como el cáncer y efectos en el sistema inmunitario. Como bien lo señaló Jennifer Hoponick Redmon, autora principal del estudio, la preocupación es que los PFAS presentes en el agua del grifo pudieran estar llegando directamente a nuestros vasos de cerveza, sin escalas.

La investigación también reveló una conexión directa entre la contaminación del agua local y los niveles de PFAS en la cerveza. Un ejemplo claro fue la cerveza elaborada en la cuenca del río Cape Fear, en Carolina del Norte, una zona ya conocida por su alta concentración de estos químicos. Esto sugiere que la calidad del agua utilizada en la producción cervecera es un factor determinante. Aunque las cervecerías cuentan con sistemas de filtración, estos están diseñados para ajustar minerales y pH que mejoran el sabor, no para eliminar sustancias complejas como los PFAS. Esto significa que si el agua de la llave de una región está contaminada, es casi seguro que la cerveza elaborada allí también lo estará. Con miles de fábricas de cerveza en EE. UU., y un estimado del 18% ubicadas en áreas con presencia de PFAS en el agua, esto implica que muchísimos consumidores podrían estar bebiendo cerveza con estos químicos sin siquiera saberlo, un hecho que cobra especial relevancia en un país donde la cultura de la cerveza artesanal está en pleno auge.

Entonces, ¿qué hacemos con esta información? Aunque el estudio se centró en solo 23 cervezas y no concluye que *todas* las cervezas estén contaminadas, sí enciende una señal de alerta importante. Los reguladores en EE. UU. ya están trabajando en límites para PFAS en el agua potable, pero para las bebidas procesadas, como la cerveza, aún no hay normas claras. Esto pone la pelota en la cancha de los cerveceros, quienes quizás deban revisar sus procesos de purificación de agua y buscar soluciones más robustas. Más allá de la cerveza, esta situación nos recuerda que la contaminación por PFAS es un problema invisible pero omnipresente, que afecta el agua que bebemos, los alimentos que comemos y, al parecer, hasta nuestras bebidas favoritas. Es un llamado a la acción para consumidores, productores y legisladores: necesitamos trabajar juntos para encontrar soluciones y asegurar que un brindis sea eso, solo un brindis, y no una exposición inesperada a ‘químicos eternos’ que pueden impactar nuestra salud por generaciones.

Por Editor