¡Hola, entusiastas de la tecnología y las curiosidades urbanas! Cuando pensamos en China, es imposible no imaginar sus imponentes megaconstrucciones, esas que parecen tocar el cielo y que a veces hasta nos quitan el aliento. Pero, ¿qué pasaría si te dijera que el tamaño descomunal de estos edificios ha generado un problema inesperado… y una solución de lo más ingeniosa? Así es, los rascacielos chinos son tan, pero tan altos, que moverse dentro de ellos se ha vuelto un desafío logístico que ha dado pie al surgimiento de un empleo totalmente nuevo: los “cargadores de almuerzos” o “stand-ins”. Una verdadera chamba improvisada que nos muestra cómo la creatividad humana siempre busca una salida, incluso ante el tráfico vertical.
El epicentro de este fenómeno es Shenzhen, esa vibrante metrópolis que funge como un laboratorio constante de la economía china. Aquí, edificios como el famoso SEG Plaza, con sus 70 pisos repletos de oficinas, han convertido la simple tarea de llevar comida en un verdadero viacrucis. Imagínate esto: en horas pico, la espera por un elevador puede alargarse hasta media hora, un tiempo precioso que los repartidores tradicionales no se pueden dar el lujo de perder, pues afecta su capacidad de completar pedidos. Para sortear este embrollo, apareció una figura peculiar: un ejército de “corredores” espontáneos, chavos y señores, que se ofrecen para llevar las bolsas de comida desde la entrada del edificio hasta la oficina del cliente a cambio de una pequeña comisión. Así, el repartidor original entrega en la planta baja, escanea un código QR y se sigue de largo, delegando la parte más tediosa y demorada del proceso.
Esta microeconomía de las alturas es fascinante. Tomemos el caso de Li Linxing, un joven de 16 años que se gana unos 100 yuanes al día (unos 28 centavos de euro por pedido) haciendo precisamente esto: esperando elevadores repletos y recorriendo laberínticos pasillos. No es un empleo con prestaciones ni grandes sueldos, pero en Shenzhen es una forma rápida de hacerse de unos pesos que atrae tanto a estudiantes en vacaciones como a adultos mayores que necesitan un ingreso. También está Shao Ziyou, quien, según la leyenda, fue el primero en establecerse en el SEG Plaza. Él ha construido una verdadera red de ayudantes, coordinando entre 600 y 700 pedidos diarios. Lo que comenzó como un favor ocasional, se transformó en un sistema logístico paralelo, donde la confianza es clave y los repartidores ya lo buscan por su eficacia. De hecho, la pandemia de 2020, que disparó la dependencia del reparto a domicilio, consolidó aún más esta práctica.
Sin embargo, este ingenioso modelo no está exento de problemas. La competencia ha crecido, llevando a roces y discusiones por pedidos o errores en las entregas, ya que los repartidores originales pueden ser multados y esa presión se traslada a los intermediarios. Además, la informalidad de esta “chamba” significa que estos corredores no tienen contratos, seguro o derechos laborales, una situación precaria tolerada en la práctica, pero que no está regulada. Incluso hubo una polémica cuando se vio a menores de edad trabajando, lo que llevó a las autoridades a prohibir el empleo de niños. Hoy, solo los mayores de 16 años, como Linxing, pueden participar. Shenzhen, con su espíritu innovador, es un laboratorio constante de soluciones, pero también nos muestra las grietas de un sistema que a veces convierte necesidades logísticas en empleos efímeros y vulnerables.
En resumen, la historia de los “delivery stand-ins” en Shenzhen es una moneda de dos caras. Por un lado, celebra la creatividad y la capacidad de adaptación de una ciudad que nunca se detiene, capaz de resolver problemas complejos con soluciones sorprendentemente simples. Pero por el otro, nos recuerda la vulnerabilidad de aquellos que sostienen estas dinámicas económicas sin las garantías laborales básicas. Es una distopía a pequeña escala, donde personas corren entre pisos interminables, manteniendo el pulso de una metrópolis a base de ingenio y esfuerzo personal. ¿Serán estos los trabajos que la IA no podrá replicar? Solo el tiempo lo dirá, pero sin duda, nos invita a reflexionar sobre el futuro del trabajo y la dignidad de quienes lo desempeñan.