Hace seis años muchos analistas se preguntaban si México podía ser considerado como un Estado fallido. Esa percepción se debía a que la violencia y la inseguridad existente, permeaba más allá de las cifras de muertos, balaceras, cobro de piso y sensación de abandono por parte de quienes evidenciaron durante más de doce años su incapacidad para solucionar el problema y cumplir con la principal razón y finalidad del Estado que es proporcionar seguridad pública.
El Estado nace y se justifica para dar seguridad a las personas que en él habitan. Sus funciones deben ante todo, preservar la libertad en todas sus expresiones y garantizar la seguridad jurídica en muchos aspectos de la vida privada y social; por ejemplo: el derecho a la vida, a la integridad, a la propiedad, el derecho a la libertad de expresión, a la libertad de tránsito, de asociación y de trabajo, entre otros no menos importantes. Esas son las razones por las que el Estado existe. Muchos lo llaman pacto social. Pero cuando estas condiciones no se cumplen el Estado fracasa, el pacto social se rompe y aparecen grupos que disputan la hegemonía del Gobierno en cuanto al uso de la fuerza para hacerse obedecer.
Si a ello agregamos la descomposición social y la existencia de una sociedad de bajísima intensidad que permite todo, que no reacciona ante nada, que es capaz de vivir en completo estado de indefensión y tolerarlo, se ha hecho evidente desde entonces que el modelo y las políticas públicas de seguridad han fallado totalmente.
¿Pero si eso fue hace seis años, cual es el panorama que se nos presenta en este 2024? Desafortunadamente las cosas no han mejorado, por el contrario, vemos una peor realidad, más compleja y descompuesta. Las masacres continúan, la inseguridad se agudiza, la violencia no cede, los muertos aumentan, la extorción afecta a muchos. El uso de la fuerza ya no es monopolio del Estado. Hay grandes porciones de nuestro territorio en donde el Estado parece autista.
Hoy el gobierno está más preocupado por las elecciones para refrendar el triunfo de su partido que en combatir la inseguridad. Es claro que su estrategia fracasó, de ello hay muchos ejemplos, pero el que mejor lo describe tal vez sea la reciente imagen de niños armados en el Estado de Guerrero para defender a su comunidad de los delincuentes. Hasta donde recuerdo en otros lugares del mundo cuando los niños llegaron a las armas para defenderse, se le llamó balcanización.
El gobierno hace mucho que abandonó sus ideas y sus propuestas de bienestar que le dieron muchos votos. Hoy está concentrado y ocupado en preservar la franquicia política y los intereses de su grupo en el poder. El vacío que se ha fomentado en el tema de la inseguridad, es sin duda muestra clara del Estado fallido que hoy padecemos, con las terribles consecuencias que repercuten cotidianamente en millones de personas.
Desafortunadamente seguimos teniendo una sociedad desatenta, desinteresada, distraída, desinformada y que tolera todo. Un lugar común se ha vuelto decir que si en otro País se vivieran las monstruosidades que aquí se dan, el gobierno no duraría tres días. Esta es nuestra realidad, pero a pesar de todo, solo en la política podremos encontrar los mecanismos para resolver nuestras dificultades y diferencias en un marco de legalidad y respeto a la pluralidad a pesar de la polarización que sufrimos.
Es terrible ver como en esta época electoral todo es negociable. El único debate y centro de reflexión es la encuesta; la moneda de cambio es el ofrecimiento del puesto público, la conversión se premia con la absolución. Como ayer, estamos viendo una elección de estado, sin pudor y sin recato, pero también el regreso de personajes que pensábamos superados, que por su larguísima carrera de corrupción y desprestigio, creímos que se habían retirado, pero para estos políticos, solo el poder y el dinero importan. Así, no veo como se recupere la tranquilidad de las comunidades, ni la seguridad para que nuestra vida se desarrolle mejor.
Por Carlos Román