Hoy más que nunca está en riesgo la primera regla de la democracia mexicana. En los últimos veinticuatro años en las elecciones de cada 3 o cada 6 años se ganaba o se perdía y el resultado se respetaba, con algunas excepciones, pero era la normalidad. Pasadas las elecciones los partidos y candidatos ganadores y perdedores reconocían las victorias y derrotas electorales, en el entendido de que no son para siempre.

En unos meses los mexicanos saldremos a votar conscientes de que con nuestro voto vamos a marcar el camino que queremos para el País, para varios Estados y municipios y el tipo de pesos y contrapesos para el poder presidencial, la democracia y la autonomía de ciertos organismos que incomodan al poder, está en riesgo.

En elecciones pasadas, los vencedores no eran eternos y la alternancia política era una realidad, a pesar de los que siempre han anhelado al régimen de partido casi único que hoy quiere volver por sus fueros amparado en un discurso transformador que no llega a modificar en la realidad los grandes problemas que padecemos en México. No olvidemos que se pagó un costo muy alto por alcanzar lo que en otros países se considera normalidad democrática, es decir, que se continúe con prudencia y sensatez la vida pública y la gobernabilidad, que las instituciones sigan funcionando, que en el gobierno existan en verdad pesos y contrapesos que garanticen libertades, autonomía e imparcialidad de los poderes de la Unión.

Tal vez no vuelva a haber otras elecciones con el esquema que conocemos, tal vez la transformación modifique las reglas de llegar a mantener el poder y todo parece indicar que así será. Tal vez en el futuro sean escasas o nulas las oportunidades de confrontar plataformas electorales, personalidades y propuestas.

En esa deseable normalidad democrática, nuestro voto trazará el mejor camino para México. Respetar la voluntad que emana de las urnas recoge siempre cuando es libre la voluntad popular. Continuemos en serio trabajando en la solución de los graves problemas que enfrenta México, y que el cambio prometido sea una realidad

Los partidos políticos como los conocemos son obsoletos, una carga para los ciudadanos y un desprestigio para la democracia. La aberración del presidente del PAN al hacer público el acuerdo con el gobernador de Coahuila sobre el reparto de puestos y posiciones,  confirma por si duda había, que para ellos el poder es solo un botín.  Son solamente una agencia de colocación, que cobra caro sus favores y el PAN no es el único.

Sin cuadros capacitados, ausentes de una oferta política inteligente, los partidos perdieron una de sus funciones esenciales que es la de formular ideas para que la sociedad decida. Lo vemos hoy como ayer, lo he dicho en opiniones anteriores, la frivolidad de muchos candidatos siguiendo la línea de sus mercadólogos: lamentable.

Ver a candidatos no sólo de pequeñas poblaciones o municipios, sino de grandes ciudades, en estados y hasta a nivel Nacional hacer estupideces como nominar por parte de MC a su candidato presidencial en un escenario de centro botanero,  no augura nada bueno, mientras las demás, no salen de escándalo tras escándalo. Es perturbador saber que estos personajes son los que piden nuestro voto para gobernarnos. Ante esta terrible realidad deberíamos saber y hacer valer la importancia de nuestros votos y no otorgarlo ahora ni nunca a este tipo de personajes, que sabemos cómo acabarán.

Nuestra democracia es la única vía para mejorar nuestra realidad y medio para poder aspirar a vivir un verdadero estado de derecho. Que el voto se respete, que los millones de personas que sufragaron encuentren la representación que esperan, que el camino para el país sea el que señaló la voluntad popular en las urnas. Es un deseo, pero ojalá que así suceda.

Por Carlos Román Hernández.

Por Editor

Deja un comentario