Resulta evidente la crisis que atravesamos en muchos aspectos de la vida  política del País. Más allá de la interminable inseguridad y corrupción que es un freno a cualquier esfuerzo por avanzar, empieza a formarse un sentimiento de frustración y ausencia de identidad entre las pobres, muy pobres ofertas políticas que tenemos el día de hoy para definir el futuro de México. La crisis afecta de forma especial a al poco claro concepto de Nación que ofrecen los partidos políticos, por la carencia de ideas y propuestas programáticas, por la falta de inteligencia y sensibilidad que en algo rescaten las demandas de una sociedad cansada de demagogia, autoritarismo y podredumbre que practica desde hace mucho una clase política rapaz y ausente.

Partidos políticos que solo buscan tomar el poder a costa de sí mismos. Políticos que buscan el poder haciendo de lado su historia, su militancia y compromisos, particularmente con la rendición de cuentas, que solo se usa en discursos de campaña o bien, como mercancía a cambio de una embajada por los servicios prestados desde la oposición al gobierno.

Hemos visto en estos días como aflora la verdadera personalidad de muchos que se juraron comprometidos con un proyecto. Pero cuando ese proyecto no los beneficia, no tardan ni una hora en cambiar de bando, en traicionar y en denostar al grupo político en el que militaron, del que obtuvieron beneficios, riqueza y poder. No son grandes líderes, más bien  personas que definen de cuerpo entero al político de hoy, carente de ética, de palabra y de honor.

Tenemos un gobierno que basa todo su discurso en el descrédito del adversario con dos proposiciones únicas, la corrupción y la impunidad. Ese discurso pudo haber servido en el primer año de gobierno, pero al no haber castigo alguno para los grandes corruptos del pasado, ese argumento francamente no tiene la capacidad de ilusionar al electorado en este quinto año de gobierno, porque han resultado igual o más corruptos que aquellos a los que señalaron.

Hasta hoy no se ve a un Partido, Frente o Coalición que logre ilusionar en serio al electorado. Solo se repite una y otra vez la ofensiva demagógica del líder iluminado; las palabras polarizantes a las que nos tienen tan acostumbrados desde hace muchos años y que tanto daño han hecho. Palabras huecas que, ante un análisis serio, demuestran su inconsistencia y, lo más grave, son palabras que parten del supuesto de la falta de inteligencia de toda la sociedad, incluidas personas comunes y corrientes que ajenas a las cuestiones electorales, solo se ocupan de ellas cada tres o cada seis años al ejercer su voto. Pero no son idiotas, aunque así lo supongan quienes se empeñan en considerarse manipuladores de conciencias.

Esta crisis se manifiesta a diario. Queda constancia mediante los encabezados en la prensa con sus respectivas fotografías. Algunos ejemplos: Arturo Zaldívar y su renuncia a la Corte; Samuel Garcia y su candidatura de esquirol; Pedro Kumamoto, la incongruencia y el cinismo pueden más que los principios o las promesas de independencia. La ambición los une, la traición es su marca distintiva. Antonio Perez Garibay, abjura diciendo: no más Sheinbaum, no más Morena;  muerde la mano del gobierno y del partido que lo hizo diputado, para luego arrastrarse y sin pudor decir que renunció solo poquito. La lista es enorme, un adelanto lo vimos en las candidaturas a los gobiernos estatales del fin de semana por parte de MORENA. El bastón de mando salió defectuoso o pirata. ¿Que no veremos en las candidaturas al congreso y a los municipios que se disputarán el próximo año.? Quedó claro que muchos de nuestros políticos son coprófagos.

En verdad cada día se ve más lejana la aspiración de vivir de una vez por todas en un estado de Derecho, en un país que respete la ley, la división de poderes y que escuche a la sociedad. En un país con seguridad, con educación y salud, en un país con viabilidad de futuro y oportunidades de desarrollo. Hasta hoy, no hay muestras de que esto suceda y el cielo está lleno de nubarrones.

Por Carlos Román.

Por Editor

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