En México el turismo ha sido un factor clave para el desarrollo económico. En un mercado muy competido que busca siempre atraer a más visitantes para generar infraestructura, creación de empresas, puestos de trabajo, incremento en la captación de divisas o como medio para redistribuir la riqueza, esta actividad ha jugado un papel estratégico en las políticas públicas de casi todos los gobiernos de los últimos setenta años.
El turismo es un fenómeno económico y social que ha experimentado un continuo crecimiento y diversificación hasta situarlo entre los sectores económicos que crecen con mayor rapidez en México.
Hoy en día, el turismo es uno de los factores principales en la economía internacional. Las bondades del turismo bien orientado son apreciables por el hecho de que, a pesar del lento crecimiento en las economías avanzadas, principales mercados emisores y las tensiones geopolíticas, el sector turístico se mantiene al alza con una participación que alcanza aproximadamente el 11% del PIB mundial.
Si bien, el turismo puede contribuir enormemente en el desarrollo de un país, su calidad dependerá de las gestiones que los distintos gobiernos realicen para expandirlo, dirigirlo, controlarlo e impulsarlo.
México ha aprovechado el gusto de los norteamericanos por nuestras playas, cultura y gastronomía, además de la cercanía geográfica, hacen de nuestro País, un lugar apetecible para hacer turismo. Como principal referente en América Latina de la actividad turística y una de las principales marcas internacionales, nuestro País ha tenido un crecimiento promedio del 4.1% por encima de otras actividades económicas. Sin embargo, existen diversos factores naturales y sociales que pueden convertirse en externalidades negativas para esta importante actividad.
Hay aspectos que definitivamente afectan al turismo. Por ejemplo: un fenómeno natural como el huracán Otis, las pandemias, la violencia, la guerra, la inseguridad, pueden generar efectos catastróficos en un destino turístico concreto. Es evidente que el puerto de Acapulco, el primer destino importante de México en tener renombre internacional desde hace más de 60 años, ha sido afectado profundamente por un huracán cuya fuerza ha desconcertado a los científicos del mundo. La destrucción es evidente, pero lo cierto es que Acapulco por la violencia desbordada que lo afecta, ha sido un destino turístico superado por otros como Cancún, en el caribe mexicano, Los Cabos en Baja California Sur y por supuesto Puerto Vallarta en Jalisco. Destinos que no están exentos de problemas, pero que no pesa sobre ellos la mala fama de Acapulco, sobre todo en seguridad. Por estas razones, perdió de manera significativa todo el interés de las grandes agencias de viajes mayoristas norteamericanas, que son quienes tienen la posibilidad de dirigir al turismo masivo de ese País a ciertos lugares en donde tienen mejores condiciones económicas o hay algún atractivo particular porque son considerados lugares de moda.
Acapulco tiene desde la humilde opinión de quien esto escribe dos alternativas: La primera, es llevar a cabo la reconstrucción de la infraestructura material para que siga funcionando como el destino turístico de los habitantes de la Ciudad de México y que se mantengan los demás problemas que lo afectan: inseguridad y violencia. La segunda, implica hacer un esfuerzo extraordinario fundamentalmente en materia de seguridad y con ello mejorar las condiciones de vida de los habitantes, turistas y prestadores de servicios turísticos. Relanzar su imagen y hacer promoción y publicidad efectiva para volver a colocar a Acapulco en el lugar privilegiado que tuvo dentro de la rica y variada oferta turística que tiene nuestro País.
Es un gran reto para el gobierno, para los empresarios, pero sobre todo para una población muchas veces ausente, de baja intensidad que tolera todo sin quejarse, sin protestar, sin exigir. Ojalá lo logren.
Por Carlos Román.