México ha sido por diversas razones un país con un marcado machismo que llevó a la mujer a ser considerada como un objeto. Ya sea de ornato, de placer,  de trabajo doméstico. Vicente Fox expresidente de la República las calificó como lavadoras de dos patas. Muchas fueron educadas para servir a los hombres por madres que también sirvieron a los hombres.

Nuestras malas costumbres estaban encaminadas a formar mujeres con la finalidad de obedecer, de servir y respetar al hombre. La sumisión era indispensable, eran compañeras de toda la vida para aguantar todo, sin reclamos, sin aspiraciones. Mujeres segregadas sin capacidad de votar, de hablar, de educarse, en pocas palabras: mujeres sin capacidad de ser.

Pero esa condición de mujer esclava, de mujer objeto está terminando. Una larga historia de discriminación de la mujer llega a su fin. El costo es alto, se refleja muchas veces en la enorme cantidad de mujeres abusadas y luego asesinadas. Nuestro País se destaca lamentablemente por el enorme número de feminicidios, de trata, de abuso y discriminación femenina. Desgraciadamente tenemos y mantenemos los primeros lugares a nivel mundial en este violento atavismo. Pero con una enorme fuerza, las mujeres mexicanas cada día están logrando revertir ese entorno y ser protagonistas fundamentales en todos los ámbitos de la vida del País.

La lucha de las mujeres por la igualdad les ha permitido acceder a las universidades, donde en muchas escuelas y facultades son mayoría, además de ser estudiosas y dedicadas. La capacidad de las profesionistas mexicanas las ha llevado en distintas áreas, a ocupar los puestos más importantes. En el trabajo tienen  acceso a cargos de dirección y como tal se convierten en patronas de muchos hombres a quienes mandan con firmeza y energía. Mujeres con capacidad de mando, de decisión, de elección.

En menos de cien años, la mujer pasó de no tener derecho al voto a ser reconocida como ciudadana y poder votar y ser votada, para muchas veces decidir más de un a elección. Han cambiado los roles y papeles que tradicionalmente desempeñaban en la sociedad para volverse productivas, ya sea como jefas de familia, empresarias, académicas, artistas y científicas, hasta verse empoderadas paulatinamente para hacer valer su libertad y su capacidad.

La mujer en la política irrumpe con un alto potencial para hacer bien las cosas, seguro mejor que los hombres que han decepcionado, mentido y engañado. También se les percibe con menor propensión a la corrupción.

De ser las “Adelitas” que no se  quejan y todo soportan sin chistar, pasaron a ser liderazgos vigentes en  la vida democrática, con una fuerza y entereza admirables. Hoy por hoy, muchas mexicanas viven intensamente la vida partidista, política, jurídica y legislativa. Hay gobernadoras, senadoras, diputadas, secretarias de estado, magistradas, presidentas municipales, es decir, viven intensamente la cosa pública.

Pero ese enorme avance de la mujer en todos los órdenes, no implica que el tema de la subordinación, de la violencia, del abuso a las mujeres sea un tema resuelto y superado, queda aún mucho por hacer. Todavía existen animales que las matan; enfermos que las marcan como ganado, las abusan y las desprecian. Aun vemos desigualdad e injusticia por razón de género. Pero una cosa es cierta: la mujer ha logrado ganarse un lugar fundamental en todos los sectores sociales.

En el México de hoy tenemos grandes mujeres. Destacan en donde sea y en la vida política no se quedan atrás. En el próximo año, por primera vez en la historia una mujer podrá ser Presidenta de la República. Su capacidad y trabajo, decidirán quién supera esta formidable prueba. Por eso debemos evitar que los oscuros intereses de siempre, no interfieran con el resultado que las ciudadanas y los ciudadanos manifestemos en las urnas. Llegó el tiempo de las mujeres: que sea para bien.

Por Carlos Román.

Por Editor

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