Tres son los derechos qué en la Constitución de los Estados Unidos de América se establecen como principios fundamentales para  los ciudadanos de esa gran Nación: libertad, igualdad de oportunidades y la búsqueda de la felicidad. Si a eso le sumamos el respeto a la legalidad, el vacío social y las consecuencias legales a los que mienten o engañan, nos explicamos porque ese País sigue siendo, a pesar de los excesos o abusos que en nombre de la libertad se realizan, la primer potencia mundial.

La felicidad es una aspiración natural. No nacemos para sufrir, por eso el ser felices es una búsqueda constante y permanente de un estado que los seres humanos deseamos. Como mexicanos podemos decir que a pesar de nuestros grandes fracasos, a pesar de los malos tiempos y de los peores gobiernos que hemos padecido, siempre estamos dispuestos a luchar y trabajar duro por hacer realidad nuestros sueños. Hablando de sueños, hoy sin lugar a dudas entiendo lo que significa el sueño americano y veo con claridad la razón de cómo y porque millones de nuestros compatriotas dejan todo, patria, familia, tradiciones y cultura, para tratar de terminar con la frustración de llevar una vida infeliz por la falta de trabajo, por la falta de libertad, por la falta de oportunidades y de alegría que su país les ha negado y le sigue negando hoy como ayer.

Hoy en México la vida de los migrantes no alcanza ni siquiera para exigir la renuncia del responsable de la muerte de cuarenta de ellos. Son despreciados  solo por el hecho de ser pobres.

Miles de migrantes, jóvenes y niños en su mayoría, buscan un mundo en donde se puedan desarrollar en paz. En donde su trabajo produzca frutos, en donde a pesar de la discriminación, vivan mejor y con más seguridad. Lograrlo es muy difícil, pero muchos insistirán una y otra vez; con suerte, en una llegan a su meta. Su pecado ha sido ser pobres, vestir mal y tener hambre. Su penitencia es que no encuentran  la posibilidad de realizar su sueño y poder llegar al Norte. En esa azarosa travesía, son apartados, vejados, explotados  por quienes deberían por lo menos darles un trato humanitario. Es muy triste escuchar sus vivencias, muchas de ellas marcadas por la fatiga inútil de la rutina que cansa por la imposibilidad de hacer, por la imposibilidad de ser. Otras por la tragedia que marca su vida y la llena de rencores.

Por otro lado, los que ya no somos jóvenes, tenemos costumbres y vicios que nos nublan la vista para poder seguir viendo al mundo con la ilusión que teníamos en la adolescencia, pero sabemos que aun podemos mantener una conducta inspiradora capaz de hacer y sobre todo de dar mucho, porque seguimos buscando la felicidad. Hay quienes piensan que la tienen aunque no sea cierto y otros más, siguen buscando en los lugares equivocados sin encontrarla.

Muchas veces nuestra felicidad, al menos la cotidiana cambia con nuestro estado de ánimo. Una buena noticia nos da alegría, optimismo. Una mala noticia, desilusiona, te golpea, sientes frustración y en ocasiones coraje porque las antiguas victorias se convierten en derrotas. De alguna forma todos tenemos pequeñas o grandes cosas por las que vale la pena seguir viviendo.

Aquellos que fracasan se vuelven parias, apestan, porque no se han dado cuenta que son carne en descomposición. El mundo de los triunfadores del que se sentían parte, se aleja de ellos, aunque crean que siguen perteneciendo a él. La felicidad para estos perdedores no es opción, ni siquiera se compra con dinero. Los triunfadores en serio, son aquellos que pueden decir que encontraron la felicidad en sus vidas, la seguridad y el respeto de su familia y la tranquilidad del deber cumplido para no desilusionar y lastimar a los demás. Una búsqueda que continúa desde siempre, nunca termina, porque así es de asombrosa la naturaleza humana.

Por Carlos Román.

Por Editor

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