Me había propuesto dar un respiro a mis queridos lectores para dejar al menos un par de semanas de escribir sobre el tedioso y poco atractivo tema de la política que vivimos. Pero la semana pasada salió Manuel Añorve a escena y tengo que compartir algunas vivencias de juventud, precisamente con Manuel, a quien conozco desde los años 70´s del siglo pasado porque coincidimos en la Preparatoria número 6 de la UNAM y después en la Facultad de Derecho de la misma Universidad.

Manuel es un enamorado de la política, astuto y sagaz. Político de tiempo completo, su vida la ha dedicado a eso; no hubo elección estudiantil o partidista en la que no participara, casi siempre con éxito, salvo en la más importante de su vida: la gubernatura de su natal Guerrero. Inició su militancia priista bajo el padrinazgo del Lic. Gustavo Carvajal Moreno, presidente nacional del PRI en tiempos de Lopez Portillo, que fue un hombre sin ningún brillo pero eso sí muy grillo.

Recuerdo una noche por allá al principio de los años ochenta del siglo pasado, en que estábamos pegando y cuidando nuestra propaganda para unas elecciones de consejo universitario de la Facultad de Derecho, y ya en la madrugada, Manuel y yo platicábamos de lo que esperábamos de la política y la forma en la que iniciábamos nuestra participación en ese mundo. Recuerdo muy bien una frase que dijo sobre el partidazo:  “para que el PRI suelte la chichi, está cabrón”  y en efecto, pasaron veinte años para que el PRI la soltara. No fueron tantos como hubiera querido Manuel, pero una eternidad para millones de mexicanos cansados de las transas y chapuzas que han caracterizado a muchos mañosos priistas desde entonces y hasta ahora.

El PRI sigue pagando el precio del ajuste de cuentas por su pasado. Lo curioso de este relato es que Manuel puede, junto con Alito Moreno, terminar de una vez por todas lo poco que queda de ese Partido. Es imposible que vuelva a aferrarse a la ubre del presupuesto, porque con Peña Nieto fue su némesis.

La política tiene sus usos y costumbres y el PRI no está exento de ellas. La  falta de comunicación, la mala química, las revanchas, las traiciones y sobre todo la ambición por el control político que implica el control del presupuesto, por poco que sea, son el principal motor y causa de los cambios que se dieron en la fracción parlamentaria del PRI en el Senado de la República la semana pasada, en donde Manuel, fue designado coordinador.

Siempre he afirmado que hay partidos cuya historia determina su naturaleza y los priistas nacieron para robar. Lo mismo elecciones, que presupuesto y todo lo que se pueda. Su divisa es la corrupción, así han vivido y así van a desaparecer. Por eso hace más de treinta años me separé de ese partido, en donde después de conocer a muchos militantes, solo de dos puedo decir que son honestos, uno ya falleció y el otro sigue vigente pero se cambió de partido, pero les aseguro que en el fondo de su corazón, nunca fueron priístas.

El PRI fue un partido qué se distinguió por formar cuadros políticos. En todos los partidos de hoy encontramos a ex priístas. El PAN tiene a Javier Lozano, el de “copelas o cuello”, impresentable. En el PRD tenemos o teníamos a Cuauhtémoc Cárdenas, ni más ni menos, el denostado líder de la izquierda mexicana ahora convertido en adversario.  En Movimiento Ciudadano, a Dante Delgado, mañoso mañoso. En Morena hay varios: Manuel Bartlett, Marcelo Ebrard, Ricardo Monrreal y el propio López Obrador, quien por cierto hasta un himno le compuso. Y uno que es la encarnación de la Reforma Política: Porfirio Muñoz Ledo.

Le deseo buena suerte a Manuel en su nueva y cuestionada responsabilidad. Por cierto Manuel, aun puedes ser Gobernador de Guerrero, pero no por el PRI, del que serás su sepulturero y espero que por eso seas recordado. Sera una gran contribución para todo el País.

Por Carlos Román.

Por Editor

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