El Chisme es malo, pero sabroso. Hay chismes de artistas, de políticos, de abogados, sociales y familiares; hay chismes de todo y para todos. Los chismes de los políticos se nutren de la descalificación y de la sonrisa con sorna que confronta a unos y a otros. Conservadores vs liberales vs populistas, son la comidilla y nota de todos los días de la prensa. Verdad contra demagogia, buenos contra malos, pero lo cierto es que hoy los chismes nos distraen de la atención a los problemas de la nación y de los problemas concretos de los ciudadanos de a pie, que son las personas que viven y padecen los males de siempre.
La publicidad mañanera de los últimos cuatro años marca pauta y desvía la atención sobre los nulos resultados de la fallida transformación en materia de seguridad, salud, educación y procuración de justicia. Sumemos la sucesión adelantada y la invisible oposición que no levanta, más los pobres argumentos y los dimes y diretes que provoca, han llevado con su letargo a un cansancio crónico de la ciudadanía que con razón se abstiene de participar. Para colmo, las campañas políticas ya no son cada tres o cada seis años, ahora son permanentes.
El chisme daña, envilece y degrada. ¿Quién no ha sido víctima de los chismosos.? Diría que todos hemos sido maltratados por esa forma que tal vez sea parte de la naturaleza humana, que afectan la honra, y reputación de las personas. A casi todos nos importa tener un buen nombre y una buena reputación. Pero los políticos y otros profesionales pueden suprimir esas banalidades con tal de mantener privilegios.
El chisme es una práctica insana a la que muchos recurrimos y desgraciadamente se ha normalizado entre nosotros . Cuando las palabras se usan para dañar a alguien, para alterar la vida, los actos y la imagen de una persona ante los demás, mediante la fabricación de mentiras o de hechos inexactos, contribuyen a generar un mal difícil de superar e imposible de borrar en la memoria colectiva. Cuando este chismorreo viene de tus amigos o de quienes se dicen tus amigos, se contribuya a generar una injusticia y a destruir la confianza.
Los chismes y las redes sociales han hecho más fácil que nunca arruinar el nombre y la reputación de una persona. El mundo de las redes sociales es implacable. Los políticos lo saben bien y en sus prácticas publicitarias lo han llevado al extremo. Tienen la infraestructura suficiente para repetir y multiplicar lo que se quiera, cuando se quiera y en contra de quien se quiera. La industrialización del chisme es un buen negocio que han sabido explotar para obtener a costa de la imagen de los demás, beneficios poco éticos, pero útiles a sus intereses.
El chisme es una conducta inmoral, una acción llena de perversión y depravación que bajo el argumento de que hay una confusión entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo incorrecto, se usa por muchos, incluidos los personajes más influyentes de nuestra sociedad, para dañar y estigmatizar. Una mentira que se repite gradual y sistemáticamente termina por convertirse en verdad, al menos como la verdad social que nos hace insensibles y tolerantes a la maldad, al abuso y al sufrimiento de los demás. La maldad identificada como la pobreza, injusticia, corrupción, violencia e inseguridad, prolifera en nuestra sociedad.
Los narradores de hoy usan las redes sociales para difundir su propia verdad. La verdad de unos es la mentira de otros y los chismosos siguen manteniendo la normalización del mal que lastima la dignidad humana.
Transitorio.- Aún hay esperanza en los jueces y magistrados federales. Tienen el imperativo de aplicar la ley con imparcialidad, porque la ley es la ley, y a pesar de la ironía, remedia, corrige y sanciona a quien la menosprecia y la viola, por más influyente que sea. Si eso se pierde, se pierde todo.
Por Carlos Román.