Con el año nuevo muchos hacemos una serie de promesas, de buenas intenciones, de retos para realizarlos durante los siguientes doce meses. Tenemos esperanza y buenos deseos para todos, particularmente para nuestros seres queridos.

Año nuevo vida nueva, es una frase que seguro todos hemos escuchado pero luego vemos conforme pasan los días que las circunstancias de nuestro país, de nuestro estado, de nuestras ciudades y comunidades no cambia para bien, por el contrario, cada día tenemos mayores temores por la inseguridad que lacera nuestra convivencia; inseguridad que impide que disfrutemos de las calles de nuestras ciudades, de los parques, de los caminos que antes circulábamos y vivíamos en paz y armonía. Hoy desafortunadamente esas prácticas están cambiando, esas costumbres se están perdiendo porque la violencia asociada a la inseguridad nos obnubila la razón y afectan la conciencia y sobre todo nos puede costar la vida. Miles de muertos, cifras espeluznantes, realidad atroz.

Pero tampoco en la vida del país observamos grandes cambios, sigue presente y afectando a todos la pandemia que ha lacerado a nuestra sociedad en los últimos dos años, las declaraciones socarronas y ridículas de quienes tienen la obligación de cuidar la salud el pueblo, continúa hoy como mala broma a pesar de que no fueron sesenta mil muertos sino muchos miles más. En materia económica empezamos a observar situaciones que nos llevan a la aterradora experiencia de las crisis sistémicas que durante sexenios padecimos los mexicanos, que hicieron de muchas generaciones, generaciones de la crisis, generaciones perdidas, de la dependencia y del retroceso en el bienestar y en la generación de oportunidades para todos.

En materia política continuamos con un discurso irracional sin una argumentación política seria, sin capacidad de análisis de la situación de nuestro país, basado siempre en la imagen y popularidad de un hombre que hasta la fecha no ha podido concretar cambios fundamentales en el combate a la corrupción, a la pobreza y a la desigualdad que nos ha caracterizado como un país con terribles carencias, sin posibilidades reales de cancelar de una vez y para siempre esa maldición que nos mantiene anclados al subdesarrollo y a la miseria que viven muchos millones de mexicanos.

La oposición completamente desdibujada, más preocupada porque prevalezca el interés de sus pocos cuadros políticos, que en verdad no puede articular discursos, ideas y acciones tendientes a enriquecer la vida política de México. Tienen una cola tan larga que muchos de sus integrantes nunca podrán moverse, proponer y articular un discurso inteligente, una acción valiente que haga que por lo menos se detenga el descrédito y la ausencia de representatividad que cada día se acentúa más en esa pobre oposición


Un buen deseo de Año Nuevo es que por lo menos se recupere el debate político de calidad y se practique en mayor cantidad con respeto y ánimo constructivo. Ojalá que la razón prevalezca, que las instituciones democráticas que hemos construido durante muchos años se mantengan, que las promesas de campaña del combate a la corrupción, a la pobreza y a la inseguridad en verdad puedan llevarnos a un mejor lugar del que tenemos hoy. De lo contrario, todo quedará igual que esas promesas huecas qué hacemos en estos días de enero para perder ese sobrepeso, dejar hábitos dañinos para la salud como fumar y beber porque siempre esos compromisos con uno mismo se abandonan a más tardar en el mes de febrero. Ojalá me equivoque y en verdad se cumplan esos buenos deseos del año que inicia.

Feliz año nuevo a todos.

Por Carlos Román.

Por Editor

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