Seguramente en estos días vamos a ser testigos de cómo el debate en el Congreso con motivo de la reforma eléctrica propuesta por el Presidente de la República exhibirá una vez más la miseria ideológica del PRI, y de los pocos escrúpulos de los pocos militantes con los que aún cuenta.

El PRI es un partido que se ha caracterizado por una práctica que privilegia la cleptocracia como forma natural de su quehacer político. Lo hemos visto aquellos que tenemos ya algunos años y que nos tocó vivir y conocer al partidazo en toda su expresión. Los vi aplaudir a rabiar la nacionalización de los bancos, también su privatización y el Fobaproa. Lo han hecho cuando se nacionalizó la electricidad y cuando se entregó a los extranjeros hace apenas unos años. Bailan al son que les toquen y aplauden lo que dice el líder, aunque sea un disparate. No se puede ser así de cínico.

La historia les está cobrando con creces su falta de seriedad y de palabra para honrar sus compromisos. Será que tienen una cola tan larga que nadie alcanza a salir limpio y cuando me refiero a nadie es nadie, por eso no pueden oponerse a una postura o discurso que vaya en contra de las directrices del Gobierno, sea buena o mala, porque la fiscalía está lista y con material de sobra.

Pemex y la CFE han sido durante muchos años el centro de referencia del debate político en México. Desde la defensa a ultranza para mantener su propiedad en poder del Estado mexicano, hasta su liberación pretendida bajo el argumento de que a mayor competencia mejor servicio y a mejor precio. Desgraciadamente ninguna de estas dos cosas sucedió. Pemex y la Comisión Federal de Electricidad contribuyeron de forma fundamental a establecer las bases para el desarrollo y el crecimiento de México; pero desgraciadamente las prácticas cleptocráticas típicas del priísmo alcanzaron en estas dos empresas fundamentales de la Nación un alto grado de opacidad y corrupción, misma que siguió durante los gobiernos panistas que no enmendaron en nada la situación.

Por otro lado durante la reforma energética operada y concretada el sexenio pasado con el sello de la casa que evidenció la corrupción general, protagonizada por Emilio Lozoya, que cenando y pato estaba este sábado,  y muchos congresistas mexicanos, de todos los partidos políticos, que obtuvieron beneficios al vender su voto para entregar a intereses privados estos importantes recursos que la nación mexicana tiene para consolidar su crecimiento en materia energética. Pero ese discurso de beneficio por la competencia, como en todo el periodo neoliberal mexicano, sólo alcanzó a las grandes empresas, a las que pagaban el “diezmo” y ofrecían el “cochupo” al funcionario, indispensable para obtener el contrato, la concesión o el permiso para dedicarse a estas actividades antes reservadas al Estado.

Qué bueno que haya competencia, qué bueno que podamos elegir entre varios prestadores de servicio de energía eléctrica, pero qué malo que se  les entregue nuestra riqueza para beneficio de unos cuantos, al fin que los consumidores mexicanos no reclaman, no demandan, no se oponen. Esperemos que con esta nueva reforma que seguro será aprobada con la ayuda del priísmo, no se pague  un alto precio por un servicio que sigue siendo malo y caro. Si eso se pretende corregir con esta reforma, que sea bienvenida, pero si sólo se busca generar un mayor control del Estado que a la larga genera mayor corrupción e ineficiencia, ojalá que los priístas no la aprueben, porque de hacerlo confirmarían su carácter de meretrices de la política nacional.

Muchos de los empresarios favorecidos por la reforma eléctrica del pasado sexenio, se beneficiaron de los grandes negocios realizados mediante los subsidios que recibían por parte de la Comisión Federal de Electricidad. Los consumidores seguimos pagando por un pésimo servicio, con apagones frecuentes y variaciones de voltaje que daña los aparatos eléctricos, que tanto cuestan adquirir y no se diga si hay necesidad de reparar una línea eléctrica.

La reforma eléctrica de Peña fue generada al amparo de la corrupción y la venta al mejor postor de nuestra riqueza. Debe ser modificada para que en verdad exista competencia y que esta se traduzca en beneficio de la economía de los mexicanos, en las inversiones que requerimos para generar más electricidad, más limpia, quitando dogmas o verdades reveladas que también demostraron su inoperancia y dependencia hacia un estado metido de empresario, que confirmó que lo que sí sabe producir son muchos ricos cada sexenio, amparados en el uso faccioso del poder en perjuicio del País.

No sabemos qué decisión van a tomar los priístas. Considero que será la que más les reditúe en lo personal, ya sea para que no acaben perseguidos por su pasado y presente de corrupción, porque no hay uno que se salve, o bien que sea la mortaja del PRI y que dentro de sus exequias se recuerden las posturas y decisiones que este partido apoyó a lo largo de su extensa vida.

También puede servir para que los pocos priístas que quedan en una militancia activa se decanten; unos hacia el lado de Morena y otros hacia el lado del panismo. Que todos los principios ideológicos confluyan en un partido, no le hace bien a la sociedad ni a ese partido, no se puede representar a todos, seria poco ético, hay sectores, hay valores y hay principios que un partido debe respetar para que sea viable y se mantenga en la estructura democrática del país.

Lo he dicho una y otra vez, no me cansaré de repetirlo porque creo que ahí está la solución para México. La verdadera forma de resolver nuestros problemas, de apostar por un mejor lugar para vivir, de una sociedad más responsable y humana, de un sentimiento nacional que nos permita sentirnos más orgullosos de nuestras raíces, de mejorar nuestra seguridad, son la inversión en Educación y Cultura, porque con ella se genera una sociedad informada, inteligente, participativa que tarde o temprano generará mejores gobiernos y mejores oportunidades de crecimiento con mayor cuidado de nuestras riquezas, que no son solo nuestras sino también de las futuras generaciones de mexicanos.

Habrá que ponderar con números cuántos empleos se generaron, los montos de  inversión que se lograron con la reforma del sexenio pasado. habrá también que analizar cuál es el beneficio obtenido por los consumidores y por los empresarios para disponer de electricidad que nos permita mover negocios, educar, producir, mejorar. De esta manera podremos tener un debate serio e informado de esta iniciativa presidencial que marca a un Gobierno que ha sido congruente con su discurso y que hoy está presentando al Congreso.

En la democracia las mayorías mandan, ojalá no se equivoquen porque a veces sucede. Que se someta a consulta pública un tema tan trascendente e importante para todo el país. Ojalá así sea.

Por Carlos Román.

Por Editor

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