En Francia, la baguette es más que un simple pan; es un emblema, una insignia cultural tan arraigada como la Torre Eiffel o Notre-Dame. Hace apenas tres años, la UNESCO la reconoció como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Sin embargo, detrás de esta gloriosa imagen, se esconde una realidad sorprendente: los franceses están perdiendo el gusto por su amada baguette. Esta tendencia no solo afecta a este pan emblemático, sino que se enmarca en una caída generalizada del consumo de pan en el país, planteando la pregunta: ¿podría la baguette francesa estar en peligro?
La disminución en el consumo de pan en Francia es un fenómeno que se ha gestado durante décadas. Los datos son contundentes: tras la Segunda Guerra Mundial, los franceses disfrutaban de un promedio de 700 gramos de pan al día por persona. Para 2015, esa cifra se desplomó a solo 113 gramos y hoy en día, ronda los 100 gramos diarios, equivalente a menos de media baguette. Esta reducción es clara; una encuesta de 2023 reveló que más de un tercio de los consumidores (36%) había disminuido su ingesta de pan en los cinco años previos, siendo las personas de mediana edad (35 a 49 años) las que más recortaron (43%). Curiosamente, algunos jóvenes (25 a 34 años) reportan haber aumentado su consumo, aunque con un matiz: lo ven más para comidas fuera de casa y lo están dejando de lado en el desayuno, ese momento clásico de la baguette con mantequilla o mermelada.
¿Qué factores están detrás de este cambio tan significativo? La respuesta es un conjunto de transformaciones culturales, sociales y en la oferta del pan. La industria panadera ha evolucionado con “neopanaderos” que, en lugar de la baguette tradicional, apuestan por panes artesanales de masa madre, integrales y orgánicos. Estos nuevos productos no solo ofrecen sabores distintos, sino que se mantienen frescos por más tiempo, crucial para una generación sin la costumbre (ni el tiempo) de visitar la panadería a diario. A esto se suma la fuerte competencia del pan de molde industrial. Un estudio revela que 86% de los franceses consume pan blanco industrial de supermercado, un mercado que mueve más de 500 millones de euros anualmente.
Pero los cambios van más allá de la panadería. La sociedad francesa actual, especialmente los jóvenes, cocina menos en casa y come más fuera, donde encuentran una oferta gastronómica variada sin el pan como protagonista. Esto se refleja en la percepción: si en 2005, el 88% de los franceses consideraba el pan como base de una dieta equilibrada, en 2023 esa cifra cayó al 66%. La baguette, con sus ventajas de antaño, ahora presenta un hándicap: debe consumirse el mismo día, lo que exige una visita diaria a la panadería. En un mundo donde el tiempo es oro, esta exigencia se convierte en un inconveniente, favoreciendo opciones más prácticas y duraderas. Este fenómeno no es exclusivo de Francia; otros países también experimentan un declive similar en el consumo de pan fresco.
La baguette, ese bastión de la identidad francesa, se encuentra en una encrucijada. No se trata de su muerte inminente, sino de una adaptación forzada por los tiempos modernos. Los hábitos de consumo, la oferta del mercado y el ritmo de vida han cambiado, y con ellos, la relación de los franceses con su pan más icónico. Quizás la baguette no desaparezca, pero su papel en la mesa francesa está siendo redefinido. Es un recordatorio de que incluso los símbolos más arraigados deben evolucionar para mantenerse relevantes en un mundo en constante transformación.

