En un giro sorpresivo durante su gira diplomática por Asia, el presidente estadounidense Donald Trump anunció la reactivación de pruebas con armas nucleares, argumentando la necesidad de ‘igualar condiciones’ frente a Rusia y China. Este anuncio, realizado desde el helicóptero presidencial camino a reunirse con el presidente chino Xi Jinping, eclipsó lo que parecía ser la noticia del día: un importante acuerdo comercial entre ambas potencias. La decisión marca un punto de inflexión en la política nuclear estadounidense, que mantenía una moratoria en este tipo de pruebas desde 1992, cuando George H. W. Bush suspendió los ensayos tras el fin de la Guerra Fría.

Trump justificó su polémica decisión señalando los programas de pruebas de otros países, específicamente mencionando a China y Rusia. Sin embargo, existe una importante discrepancia en esta justificación: mientras Trump habla de pruebas con ‘armas nucleares’, los ejercicios realizados por estos países corresponden en realidad a pruebas de misiles balísticos, como el Burevestnik ruso de propulsión nuclear y el misil submarino Poseidón. China no realiza pruebas directas con armas nucleares desde 1996, y Rusia desde 1990. Esta ambigüedad en el lenguaje presidencial genera dudas sobre si realmente se refería a ensayos con armas nucleares o simplemente a pruebas con portaaviones, que Estados Unidos ya realiza regularmente.

La reactivación de pruebas nucleares podría tener consecuencias globales significativas. El Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, aprobado por la ONU en 1996, nunca entró en vigor precisamente porque países como Estados Unidos y China nunca lo ratificaron. Si EE. UU. reinicia estas pruebas, podría desencadenar un efecto dominó que lleve a otras potencias nucleares a hacer lo mismo, revirtiendo décadas de esfuerzos por el desarme nuclear. Mientras tanto, en el ámbito doméstico, la congresista por Nevada Dina Titus ya anunció que presentará un proyecto de ley para impedir nuevas pruebas nucleares en su estado, donde se realizó la última prueba estadounidense en 1992.

Este anuncio llega en un momento particularmente delicado para las relaciones internacionales, con el Nuevo Tratado START próximo a expirar y sin avances concretos en las negociaciones para su renovación. La decisión de Trump, más allá de su justificación técnica, parece reflejar una estrategia de demostración de fuerza en un escenario global cada vez más multipolar, donde las tensiones entre potencias se intensifican y los acuerdos de control armamentístico enfrentan serios desafíos.

Por Editor