En una audiencia ante el Senado de Estados Unidos, exfuncionarios del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) revelaron preocupantes detalles sobre cómo el secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr. estaría priorizando creencias antivacunas sobre la evidencia científica en las políticas de salud pública. El testimonio de Susan Monarez, quien dirigió la agencia por solo 29 días antes de ser destituida, y de Debra Houry, exdirectora médica, pintó un panorama alarmante sobre la dirección que está tomando una de las instituciones de salud más importantes del mundo.
Susan Monarez, microbióloga con amplia experiencia en el servicio público, declaró ante el Comité de Salud, Educación, Trabajo y Pensiones del Senado que fue despedida por negarse a aprobar cambios en las recomendaciones de vacunación infantil sin respaldo científico. Afirmó que Kennedy le exigió comprometerse de antemano a avalar modificaciones independientemente de la evidencia disponible, además de solicitarle despedir a líderes científicos del CDC sin justificación alguna. Monarez, la primera directora confirmada por el Senado en años, destacó que estas demandas se hicieron durante una reunión del 25 de agosto, donde se le pidió poner la ideología por encima de la ciencia.
Por su parte, Debra Houry, quien renunció en protesta tras la destitución de Monarez, respaldó estas declaraciones y añadió que Kennedy está censurando la ciencia, ignorando a los expertos del CDC y difundiendo desinformación. Houry, con una década de servicio en la agencia a través de cuatro administraciones y seis directores, calificó la situación como sin precedentes y peligrosa para la salud pública. Ambas exfuncionarias testificaron en respuesta a declaraciones previas de Kennedy, quien las acusó de mentirosas y negó haber hecho tales exigencias, argumentando que despidió a Monarez porque ella misma admitió no ser confiable, algo que la exdirectora desmintió categóricamente en la audiencia.
Estos testimonios no solo exponen una crisis de liderazgo en el CDC, sino que también plantean serias dudas sobre el futuro de las políticas de vacunación en Estados Unidos. La posibilidad de que decisiones basadas en evidencia sean reemplazadas por ideologías personales podría tener consecuencias devastadoras para la salud infantil y la credibilidad de las instituciones científicas. En un mundo donde la desinformación médica ya representa un desafío significativo, la integridad de agencias como el CDC resulta más crucial que nunca para proteger el bienestar público.