Se encuentra pendiente de resolución el proyecto de sentencia de amparo que ha propuesto a la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Ministro Mario Pardo Rebolledo, en la que rechaza la regulación legal de las relaciones poliamorosas, que son aquellas que se dan entre tres o más personas. Pero hagamos algunas reflexiones entre lo que es el poliamor y su  diferencia con la poligamia, al menos desde mi punto de vista, que como cualquier opinión puede estar equivocada. El poliamor y la poligamia se distinguen por un elemento: la infidelidad.

Mientras que en el poliamor todos los que intervienen saben cómo es y lo que pasa en la relación, porque así han aceptado, el polígamo tiene una forma de actuar sigilosa para mantener sus relaciones ocultas,  al menos de su esposa o de su esposo, porque es parte de los secretos de confesión de aquellos que dan a su vida sentido por el número de conquistas que realizan. El poliamor le quitaría a la poligamia la emoción y el gusto que muchos sienten por esas formas de infidelidad que requieren ser mantenidas en secreto, para vivir con la adrenalina de las relaciones prohibidas, de saber que pueden ser descubiertos, lo que las hace particularmente atractivas para ellos o ellas.

El adulterio es pecado, pero para el polígamo, ese conjunto de emociones y remordimientos son los que le dan sentido a su vida. La culpa los hace sentirse plenos. Si son descubiertos y puestos en evidencia, no pasa nada, habrá que negarlo con vehemencia, ahí estriba el gusto y la imposible renuncia a esos lances amorosos tan comunes para muchos, porque piensan que inclusive les da estatus.

Dice el ministro Pardo Rebolledo en su proyecto de sentencia: “Las relaciones no monogámicas, como las poliamorosas son una práctica minoritaria en nuestro país y por ello, el legislador no las ha dotado de una regulación jurídica específica, cuestión que… no implica que las normas impugnadas, por restringir su operatividad a relaciones  normativas (matrimonio y concubinato), transmitan un mensaje discriminatorio”. Queda clara la postura del Ministro en cuanto al tema. Pero me refiero más bien a ese polígamo que como adúltero contumaz, no podría en su sano juicio regularizar sus múltiples relaciones amorosas. Que ilusión podría despertar en un Don Juan, si todas sus novias junto con su esposa llegan a vivir bajo el mismo techo. Imagínese tener dos, tres, cuatro o más mancebas reunidas en un solo lugar, sería como el segundo círculo del infierno narrado en la Divina Comedia de Dante Alighieri: muchos diablos en una misma casa. No sería vida.

Me ha tocado conocer las tramoyas levantadas por  profesionales de la poligamia. Son capaces de hacer cosas que no imaginamos. Cuando se lanzan a una nueva conquista, no escatiman en gastos ni recursos, no les importa el escándalo, la sorna social o que se llegue a afectar a su familia. Todo sea por el amor y si son muchos amores, mejor.

Los argumentos de los polígamos son tan vehementes en la defensa de sus prácticas que terminan siendo muy sencillos: “Si una conquista está disponible, porque no tomarla. Solo tener una mujer, ser monógamo, no es lo ideal, si puedes tener varias, porque hay amor para dar a muchas”.

Esto del poliamor da para múltiples interpretaciones. Sin duda, al existir la necesidad del consentimiento de aquellos que practican esta forma de relaciones, dejaría fuera de la misma al polígamo puro y duro, al que hace de la conquista de jovencitas su fuente de juventud. Al Sugar Dady que con la cartera compra amor. Por ello, aunque en el futuro se llegue a regular en nuestras leyes esta forma de relaciones, nunca podrá sustituirse el sentimiento de conquista que dejan las relaciones ocultas, clandestinas, pecaminosas, porque  si todos están de acuerdo, cual es el atractivo del poliamor. No es mucho, verdad?.

Por Carlos Román.

Por Editor

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