La oposición mexicana está vacía, agotada. Los resultados del dos de junio terminaron por evidenciar la pobreza de los partidos que conformaron la alianza opositora. Mas de dos a uno, fue la paliza impuesta por Claudia Sheinbaum y así, no hay más que reconocer el resultado. El PRI, el PAN y el PRD, que perdió hasta el registro, estuvieron ausentes durante todo este gobierno. También fallaron en la tarea para sacar a su candidata del abandono y junto con la llamada sociedad civil, no pudieron alcanzar lo más importante de cualquier campaña política que es obtener votos y más votos. Quedó de manifiesto lo que vimos y dijimos muchos, que Xóchitl Gálvez nunca pudo mantener la inercia inicial de su designación para levantar alguna pasión, incluso con aquellos que se decían ser su bastión, ya que ni siquiera ahí ganó. La marea rosa quedó desteñida.
La oposición vio, vivió y sintió la franca aversión popular de todos los sectores sociales a sus proyectos, propuestas y a sus candidatos. Expulsiones y renuncias de notables militantes, por decisión de sus dirigencias o por decisión propia, fue nota cotidiana. La presidencia de Alito Moreno en el PRI y Marko Cortés en el PAN, en lugar de sumar, restaron a cuadros distinguidos de sus partidos, quienes sin demora corrieron a ponerse a la orden de Morena. MC ganó algunos senadores y diputados, con un amplio curriculum de la mejor y más acabada expresión de la “vieja política”. Fiel a su divisa, el Verde recogió a lo peor de los conversos. Morena sumó con un panista tránsfuga a uno de los pocos bastiones con los que aún no contaba: Yucatán. Patética resultó también la confesión del presidente del PAN de los moches y repartición impúdica del poder en el estado de Coahuila. Los ciudadanos demostraron una vez más que las personas castigan con su voto a aquellos que por su soberbia se sienten más que sus electores. Alito y Markito ya deberían haber renunciado, pero les sobra cinismo.
Vimos también al presidente López Obrador desempeñar su papel de jefe de campaña y defensor de su gobierno. Fue clave en posicionar el discurso político y el sentido de la elección. Fue hábil soportando golpes de una prensa contestataria que con este resultado se ve gravemente disminuida. No atinaron nada y nunca vieron venir la avalancha que se avecinaba. Pero esta prensa jugó muchas veces mejor el papel como oposición, cuando los partidos no pudieron o no quisieron hacerlo durante este gobierno. La cola larga también pesa.
Las deudas del pasado de muchos de los personajes de la oposición, que quisieron reinventarse en la pasada campaña, terminaron sepultando a su candidata. Algunos que se contrataron como dirigentes de campaña, nunca pudieron ganar una elección, ni siquiera propia. Así, los electores los desterraron para siempre con el voto masivo e incuestionable por Morena, mismo que fue un referéndum a favor del Presidente.
Si no cambian, su futuro se ve más desolado que el que viven muchas partes de nuestro País azotadas por la agobiante sequía. En lugar de defender lo importante, se la han pasado queriendo denunciar un gran fraude, cuando el único fraude que vimos fueron ellos. Pero parece ser que no entienden lo que no quisieron entender. Por ello es un hecho: tendremos un nuevo partido hegemónico en México por mucho tiempo más que los próximos seis años. ¡No se puede ocultar la realidad! así que o te vuelves chairo o vivirás en el error.
Transitorio. Focos rojos se prendieron ante las tempranas turbulencias financieras producidas por el plan C y la anunciada exterminación del poder judicial y organismos autónomos que en septiembre con facilidad podrán llevarse a cabo. Recordemos que fueron las crisis económicas del pasado, el verdadero factor que terminó con la hegemonía priísta y hoy pueden evitar la consolidación del segundo piso de la 4 T. Veamos cómo evoluciona, ya que está latente la amenaza y en marcha las reformas.
Por Carlos Román