Con pactos de sangre y desafortunados lapsus iniciaron las campañas hacia el 2 de junio próximo. Las promesas que escucharemos serán respaldadas con un arsenal de spots y propaganda que se encuentra lista para atormentar a los ciudadanos. Los miles de candidatos que participan en este proceso nos van a bombardear sin misericordia alguna con anuncios, pinta de bardas, videos en redes sociales, frivolidades, bailes y muchas tonterías. Resulta evidente la carencia de propuestas y sustancia. La inteligencia hace mucho que está ausente de la propaganda político electoral.
Las elecciones de Presidente de la República y del Congreso de la Unión, serán definitivas para decidir el tipo de país que tendremos en los años venideros. El segundo piso de la 4T, busca regresar al pasado, al presidencialismo con ausencia de contrapesos, en el que la ley se aplicaba de manera selectiva. La otra propuesta, la opositora, tampoco está exenta de riesgos. Personajes oscuros y con graves antecedentes de corrupción e ineficiencia, encubiertos en un discurso de respeto a la democracia y a la división de poderes, se quieren presentar como los salvadores de México. Todos los partidos políticos han propuesto a candidatos impresentables para ocupar cargos en el congreso. En esas candidaturas, hay responsables directos de que esta generación y la siguiente, padezcamos los efectos de los peores gobiernos de nuestra historia, incluido desde luego el actual.
Escucharemos machaconamente las promesas de siempre. En materia de seguridad pública y por parte del oficialismo: más abrazos para los delincuentes; del otro lado, mano dura y aplicación de la ley para alcanzar la seguridad anhelada. La militarización o la desmilitarización de la vida nacional estarán presentes en el debate. Lamentablemente ninguna candidata por más que se lo proponga, podrá lograr en el corto plazo bajar los índices de violencia e inseguridad que padecemos. El tercer candidato, el señor Alvarez Máynez, nos confirma que Dante Delgado es un mercader de la peor calaña.
Claudia Sheinbaum ya tiene su pauta de campaña y programa de gobierno transexenal, su base son las propuestas de reformas constitucionales promovidas por el Presidente, por lo que no escucharemos nada nuevo de su parte, salvo que las tendencias electorales la obliguen a salir del guion que le ha sido impuesto. Tal vez las circunstancias le den alma y voz propia para dejar de aparentar ser una copia mala de su líder y jefe de campaña. Veremos si el debate político logra interesar a los ciudadanos e influir en el voto. La candidata que pueda generar una actitud participativa de la sociedad en su proyecto, seguro obtendrá el triunfo.
Las promesas y ofertas engañosas no pueden faltar en estas campañas. Habrá buenos deseos, por ejemplo en el trillado y nunca alcanzado tema de combate a la corrupción, que hasta hoy ha sido solo eso, un buen deseo y mentira recurrente del discurso del gobierno. Los hechos demuestran que la corrupción está viva y como pocas veces goza de cabal salud.
Veremos si el discurso de superioridad moral que trata de poner por encima de la ley al líder iluminado, se mantienen con una presidenta del mismo partido, pero sin la misma popularidad. Esa postura autoritaria no es sostenible para nadie. Violar la ley desde el poder implica carencia total de principios éticos y morales, aunque muchos políticos no los tienen, porque así es su naturaleza.
En 2018, millones fuimos engañados por el discurso que proponía una transformación radical de nuestra realidad agobiada por la corrupción, la inseguridad, la ineficiencia y el cinismo. Pero con esa lamentable experiencia, hoy sabemos que existe otra corrupción, tan nociva como la que hemos padecido siempre, la corrupción de las palabras que llenas de odio y engaños, embarcaron al País a un futuro sin destino. No caigamos nuevamente en el fallido expediente de los otros datos.
Por Carlos Román.