Desde hace años las ideologías han desaparecido de la vida, del discurso y de la razón de ser de los partidos políticos y de la política. Solo queda el pragmatismo que se basa en la astucia para obtener el poder a través de buenas estrategias y no de buenos propósitos. Los principios han cambiado y ahora cuentan la capacidad de operación, la eficiencia y también los desaciertos del contrario.
Los adjetivos también cambiaron. Los buenos discursos ya no ganan elecciones. Ahora es el insulto, la denostación y muchas veces la calumnia lo que hace a los políticos competitivos. Ahí está Lily Téllez, quien mordió la mano que la encumbró en la política, para ahora posicionarse, sin más mérito que su grandilocuencia ofensiva, como una preferida de su nuevo y utilitario partido para la candidatura presidencial, rodeándose de panistas controvertidos y corruptos.
La ausencia de valores significa que la política viva al margen de cualquier principio moral. Con la prédica no se gana, con el insulto no se gana: se gana con la astucia. Los buenos predicadores por lo general no son políticos eficaces.
Hasta los panistas que son, según ellos, los representantes más grandes de la política con un contenido moral, han hecho alianzas antes impensables. El PAN por su discurso debería ser antitético, pero todo eso se puede olvidar con tal de obtener el triunfo o por lo menos muchos votos.
Algo que me molesta mucho del panismo es su moralidad adaptable. Los priistas son cleptómanos, así los hemos conocido toda la vida. Los morenistas son monoteístas, fanáticos del líder, concuerda con su historia. También entiendo que solo en la adoración del mesías y del cash te puedes purificar y salvar. Pero en el actuar del panismo vemos otro tipo de constante. Muchos panistas practican las mismas conductas de aquellos a quienes critican. Corrupción, son tan corruptos como los priistas. Autoritarios, muchos hacen del ejercicio del poder, un medio faccioso para cumplir sus deseos, venganzas o concretar sus intereses. Ahí está el tema de Garcia Luna, políticamente indefendible, jurídicamente contundente. En plenitud de su poder, su relación con los grandes capos y el montaje realizado en el caso Cassez, evidenció que la justicia en México no existe. El debido proceso son solo palabras huecas y vacías. El Estado de Derecho, las leyes y normas que los mexicanos pensamos son fundamentales para nuestra convivencia, terminan siendo arrasados solo por darle gusto al presidente, al fiscal o gobernador en turno, del color que sea.
El PAN y sus dos expresidentes no la tendrán fácil para justificar como desde los Estados Unidos, se sentenció al panismo y a su super policía. Pero tampoco será fácil para los funcionarios de esos tiempos que por obra del malabarismo tan pragmático y conveniente, ahora son personajes encumbrados de la 4T.
En Nueva York, se dijo que somos un narcoestado, cosa que ya sabíamos, pero es diferente cuando se acredita desde fuera. Valdrá la pena ver que repercusiones tiene esta sentencia, sobre todo para aquellos que tarde o temprano dejen el manto protector y de impunidad que hoy los protege.
Desde hace tiempo y observando las distintas corrientes que han gobernado al País en los últimos treinta años, me llevan necesariamente a la conclusión de que la política en México es de un pragmatismo total; el poder por el poder y el dinero que implica ese poder son lo que importa: son el fin que persiguen los políticos mexicanos. Lejos quedan las grandes promesas, las mejores utopías. Seguiremos siendo una sociedad profundamente desigual en todos los sentidos. En lo económico, cada día hay más pobres, a pesar de las dadivas. En lo social, estamos peor en educación, salud, seguridad. En lo político, hay intentos burdos de regresar a la democracia pervertida. De esta forma los políticos de hoy y de ayer tratan sin éxito de justificar sus despropósitos, sus fracasos y lo más lamentable para esta triste condición, es que no se ve remedio o solución alguna.
Por Carlos Román.