El pueblo de México tiene una forma o mejor dicho, varias formas muy peculiares de vivir la Semana Santa. Cristo y la profecía de la salvación, son sin lugar a dudas una de las creencias más importantes que tenemos para enfrentar el temor a la muerte, de la que todos estamos ciertos pero nos resistimos a su fatalidad, aunque ésta sea inexorable. Ante la muerte solo tenemos asegurada nuestra derrota. Por eso, como recompensa para acceder a un mundo feliz más allá de este, exento de la maldad infinita del hombre, maldad que es inherente a nuestra naturaleza y condición, nos lleva a muchos a creer en Dios y para los que no creen, a pensar en Él.

La idea de Dios es tan vieja como el ser humano. Todos los pueblos, todas las eras, todas las culturas siempre han tenido una gran necesidad de Dios, para justificar o para encontrar el perdón de esa maldad que se llama en términos religiosos pecado. Dios continúa siendo un misterio al que recurrimos muchas veces solo cuando algo nos sale mal o no tenemos lo que queremos, esa es una religiosidad interesada pero de una práctica muy común para muchos.

La gran mayoría de los mexicanos tenemos recuerdos, vivencias e historias que contar derivadas de las semanas santas que nos ha tocado celebrar. Desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección, son fechas llenas de símbolos, de expresiones, de misterios que a muchos nos hacen reflexionar, a otros temer a Dios y a muchos más darse una vida de excesos en el alcohol y de desenfreno en las playas. Los días que la Iglesia nos ha dicho que deben ser de guardar, para otros se volvieron de gozo, de música, de diversión mundana y banal, pero muchas veces sin reflexionar lo que en verdad significa la Semana Santa.

Estos días han estado llenos de rezos y plegarias, de arrepentimiento, de largas misas y fe en Dios. A veces vivimos tan rápido que nos olvidamos de la idea de Dios, de la razón de Dios, de la vida de Cristo, pero siempre en algún momento lo vamos a recordar, a invocar y a pedirle que resuelva nuestros problemas, por eso nunca será olvidado, porque es algo que está en nuestra esencia, en nuestra memoria y en nuestro ser.

En fin, existen muchas formas de vivir la Semana Santa, pero creo que es una buena época para reflexionar, para hacer un alto en el camino y las paces con uno mismo y con los demás porque son fechas de perdón. Semana Santa significa tener presente la realidad de la muerte, pero también la esperanza de la vida, fe en un mejor futuro, aunque a veces los nubarrones nos impidan ver la claridad del cielo azul. Yo me reencuentro con mis recuerdos de muchas semanas santas que he vivido, en los templos, pero también en las playas, sus colores, olores, texturas y sabores la hacen entrañable, pero quienes creemos debemos ser agradecidos con Dios, porque como ya dijimos siempre estará presente entre nosotros.

Transitorio. Y hablando de vacaciones de Semana Santa, sabemos que a los diputados prácticamente los acuartelaron por el tema de la reforma eléctrica, pero una vez pasada esa tormenta, que por cierto no le salió muy bien a los reformadores de hoy,  me preguntaría por aquellos que constituyeron ese comité de amistad “México Rusia” ante la invasión brutal de la que hemos sido testigos. Espero que ahora que termine ese claustro legislativo, aquellos diputados “progres pero de buenos gustos” integrantes de esa vergonzosa comisión, se enteren de que sus visas para visitar los Estados Unidos fueron canceladas aunque nos digan que eso sería como volver a los tiempos de la guerra fría. Que vayan a Rusia, seguro allá serán bien recibidos.

Por Carlos Román.

Por Editor

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