La semana pasada fuimos testigos de una frase que sin duda alguna será recordada por muchos años cuando el presidente de la República afirmó: “no me vengan con el cuento de que la ley es la ley” refiriéndose a la discusión en la SCJN del proyecto de resolución del tema de la inconstitucionalidad de la ley eléctrica propuesta por su Gobierno.
Después, concretamente el viernes pasado, tuve el gusto de escuchar una plática a cargo del doctor Walter Arellano, con un tema muy interesante sobre la argumentación jurídica y su conexión indispensable con la filosofía del derecho.
Durante muchos años las discusiones académicas sobre el derecho y la justicia se limitaban simple y sencillamente a tratar de obtener una teoría que nos explicara que el derecho era la eficacia y validez de un orden jurídico, y que la justicia era más bien un buen deseo y la aspiración humana por la felicidad, pero no necesariamente asociada al derecho.
El mundo siempre ha estado dividido entre buenos y malos, entre izquierda y derecha, entre autócratas y demócratas. No podemos dejar de lado ni reflexionar sobre la importancia que tiene el derecho para tratar de obtener esa aspiración a una vida mejor, con dignidad y sea dicho también con justicia, lo que sea que signifique, porque está en nuestra humanidad.
¿Pero si no respetamos la ley, como podemos mejorar, como podemos buscar más y mejores oportunidades sí el principal problema que padecemos es precisamente la falta de un estado de derecho?
La ley debe tener una estructura ética que permita distinguir y proteger los derechos de los hombres por el solo hecho de ser hombres. Se puede cambiar la ley, de hecho nuestro orden jurídico siempre está en movimiento, no es estático. A veces se abusa de tantos cambios. Pero siempre deben hacerse con respeto a las formas para poder cambiar la ley. No debe hacerse solo con la voluntad o deseo de uno, por más importante y poderoso que sea.
Violar la ley no puede ser parte de ese discurso justiciero de una izquierda que pretende apropiarse de una superioridad moral que no tiene, porque en los hechos ha demostrado que en sus filas tiene a oscuros personajes que solo buscan beneficios propios y usan las instituciones del estado para sus fines particulares.
La izquierda se ha dedicado a la prédica de un discurso moral, que lleva tanto tiempo, y no me refiero solo a México, que ya canso a todos, excepto a los que viven de ella, porque en esos países como en el nuestro, ayer y hoy los pobres son más pobres y los ricos son más ricos. Ahí están las dictaduras como la cubana y la venezolana, cuyos ciudadanos hacen lo que sea por abandonar sus países para irse sin pensarlo a los Estados Unidos, porque esas izquierdas se volvieron monárquicas, pero como todas las monarquías, hoy en día se encuentran envejecidas y francamente en decadencia y desuso.
La abismal desigualdad entre los mexicanos no es algo que va a terminar con un discurso. Hay desigualdad natural, pero también social y circunstancial, por eso se debe respetar la ley, porque de lo contrario sólo en el mundo de la religión podríamos encontrar justicia.
Ahí están los hechos y contra ellos no hay argumentos que los cambie, sigo diciendo que en México la falta de respeto a la ley nos lleva invariablemente al predominio de la ley de la selva, en donde el pez grande se come al chico…
Transitorios
Primero.- Veamos si con el resultado de la revocación de mandato, no se inicia la restauración de un régimen de partido único, donde la voluntad de un hombre se impone a la voluntad de todos. No veo oposición en el horizonte.
Por Carlos Román