Para Joaquín Ramos. Estoico ante la injusticia.

Una de las finalidades del estado es desarrollar un orden jurídico. La creación de las normas tiene por finalidad regular la conducta externa de los hombres, resolver civilizadamente las diferencias y sancionar delitos ante tribunales del poder judicial previamente creados para decir y aplicar el derecho. La norma jurídica a diferencia de otras, como las religiosas, las morales o las sociales, se caracterizan y distinguen de éstas, porque aquellas son obligatorias y se deben cumplir aún en contra de la voluntad de sus destinatarios.

Cuando una sociedad se apega a la observancia de esas normas, cuando se cuenta con instituciones de procuración e impartición de Justicia que en verdad funcionan, las leyes son el medio para el desarrollo y florecimiento de la sociedad y de los hombres y así podemos decir que se vive en un Estado de Derecho. Ese ejemplo lo vemos en aquellas naciones en las que se respeta y cumple con la ley y el resultado es que  la condición de las personas mejora, la pobreza disminuye y la desigualdad se reduce. Lamentablemente no podemos decir eso de nuestro País

En México durante años, sexenio tras sexenio, hablamos del Estado de Derecho o mejor dicho de la ausencia de éste. Desde hace mucho tiempo en México  la ley no se respeta y nuestros gobernantes como decía un querido maestro actúan como “poderosos mandarines que hacen lo que sea cuando así lo dicta su mala digestión”, porque viven por encima de la ley.

Una gran afrenta para todos los mexicanos ha sido ver como el uso faccioso de las instituciones de procuración e impartición de Justicia, la fabricación de delitos, el encarcelamiento de inocentes, la violación selectiva y sin pudor de los principios de lealtad y buena fe de las autoridades mexicanas relacionadas con la aplicación del derecho, nos exhiben como una sociedad corrupta, en donde encontramos escándalos brutales de complicidad, de componendas, de pisotear hoy sí y mañana también lo poco que queda de un casi extinto estado de derecho en México.

Uno de los factores que más contribuyen a la ausencia de una vida de legalidad en nuestro país, es sin duda alguna la impunidad, porque esta implica corrupción y sus efectos lastiman de manera irreparable nuestro pacto social. Hemos dicho hasta el cansancio que la corrupción es el peor de nuestros males. Corrupción e impunidad siempre coinciden, van de la mano porque fatalmente una engendra a la otra. Ante la cada vez mayor fragilidad de nuestro estado de derecho, vivimos hoy más que nunca el predominio de la ley del más fuerte y poderoso, es decir  la ley de la selva.

Pero mi querido Joaquín, qué puedo yo decirte de la falta de legalidad y del uso faccioso del poder a ti que sufriste por más de dos años un infierno ocasionado por esa práctica ruin de litigantes y autoridades carentes de toda humanidad, de principios y moral, por el contrario, te enfrentaste a animales que solo ven sus intereses y sus ganancia reflejadas en jugosos honorarios y en autoridades que con el pretexto de pagar favores, no les importa mandar a inocentes a la cárcel. ¡Son basura! Y si, un día traen a la policía adelante pero otro día la tienen atrás, así viven y son peores aquellos que se envuelven en el falso discurso de la práctica ética de la abogacía, con cargos en las barras de abogados y luego se dedican a obtener favores inconfesables en asuntos repugnantes por corruptos e ilegales y sin recato alguno, hacen valer sus relaciones en las más altas esferas del poder judicial. Así son.

Ante una sociedad en plena descomposición, vale la pena leer una y otra vez, lo publicado por una de las inteligencias más finas y claras de nuestro país: Jesús Silva-Herzog Márquez. Por eso querido Joaquín, te invito a que leas su artículo publicado en el periódico Reforma el lunes siete de marzo de este año, la inteligencia se reconoce, la capacidad de escribir y decir lo que se quiere sin una coma de más, podrá explicarte mejor, mucho mejor que yo, la grave situación que vive México en materia de respeto a la ley y observancia del Estado de derecho. Debemos impedir que solo sigan siendo juegos artificiales que iluminan un momento y luego se olvidan para que todo siga igual.

Estado de derecho significa que nada ni nadie puede estar por encima de la ley. Veamos que dicen hoy quienes tienen la obligación y deber de defenderla.

Por Editor

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