En estas tardes de noches muy tempranas por el inminente invierno que se avecina, se antoja mucho practicar dos de los grandes placeres de la vida que son entre otros: una buena comida y una mesa para compartirla con muy queridos amigos. Ahí siempre salen temas interesantes, polémicos por decir lo menos y esta semana nos dimos el gusto de cocinar una buena lasaña, pero la original, preparada con todo el tiempo, varias horas en su elaboración, sus ingredientes de alta calidad, indispensables para un buen resultado, el mimo y el respeto a la receta tradicional de este platillo italiano muy popular en el mundo, que por ser un clásico no perdona ningún cambio en su elaboración. También no podía faltar una excelente sobremesa, una reunión agradable con una charla animada y muy bien documentada en donde salieron a relucir temas que afortunadamente, en esta ocasión, se alejaron del ya trillado análisis y debate de los males de México, cuyos protagonistas siempre resultan ser los políticos y la ausencia de buena política. Los temas que abordamos con alegría fueron la gastronomía y la ciencia.
Sin que nadie de los que nos sentamos a la mesa esa tarde sea científico ni mucho menos, gracias a los adelantos tecnológicos que nos permiten estar informados en tiempo real de los grandes acontecimientos del mundo, comentamos con mucho entusiasmo entre otras cosas, las bondades del ruido rosa en el mundo de los audiófilos, como una herramienta fundamental para mejorar el sonido de una habitación, mediante el uso de un analizador de espectro que señala las fallas acústicas de un determinado espacio, que cuando son corregidas es posible de manera más sencilla poder reproducir la música de tu gusto, por cierto ahora a través de plataformas digitales con millones de títulos y con una calidad asombrosa, qué te hace escucharla en otra dimensión y te transporta al centro de la orquesta con una presencia y fidelidad increíble. También comentamos con gran asombro la precisión del telescopio Hubble, en el mundo de los astrónomos, para poder encontrar en un punto minúsculo del universo del tamaño del punto de una pluma, la existencia de miles de galaxias alejadas hasta “el infinito y más allá” de nuestro mundo, a doce mil millones de años luz de nosotros.
Que un grupo de amigos sin mayores pretensiones y sin credenciales científicas, puedan conocer y entender estos y muchos más temas al alcance de todos, se debe a la vocación de inversión que los países desarrollados del mundo realizan para fomentar la investigación. La ciencia reditúa a quién invierte en ella y vemos como sus avances y nuevos descubrimientos vuelven verdaderamente obsoleto lo que hace dos o tres años era novedoso. La ciencia avanza a una velocidad increíble, mucho más rápido que cualquier reforma o transformación política o jurídica para la sociedad que pretende servir.
La ciencia hace que el universo y el hombre nos podamos dar la mano; que la inmensidad del primero se reduzca para el segundo y puedan descubrirse mundos tan lejanos e imposibles de ver por el ojo humano, que sólo podemos saber de ellos gracias al ingenio aplicado para entender lo que parecía incomprensible hace poco tiempo.
El mundo de nuestros días es el mundo de la ciencia, pero también no debemos olvidar darnos tiempo para fomentar la convivencia, que en las sobremesas como la que comparto, nos permite hacer defensa de lo que pensamos y hacemos para aportar algo positivo a nuestra forma de vida a pesar de los retos propios que tenemos, para no olvidar que las palabras y los argumentos que con ellas construimos, nos permiten defender nuestras creencias e ideales y siempre también con un buen postre, arrancar una sonrisa a nuestros invitados.
Pienso que en este mundo tan complejo de hoy en día, en donde tenemos prisa de vivir, de hacer y de triunfar, tal vez por ese “indebido” sentido aspiracionista que nos inculcaron nuestros padres, no podemos olvidar que la ciencia se ha convertido en el capital más valioso para la humanidad, recordando que la construcción científica debe basarse en una ética social que permita ponerla a nuestro servicio y no al revés. La ciencia nos ha dado un conocimiento extraordinario de la naturaleza y del mismo hombre, valorémosla en lo que es, una herramienta para hacer mejor nuestra vida.
Hoy en día muchos han hecho de la ciencia y la técnica un sustituto de los valores que tradicionalmente han guiado nuestra vida. Sólo cuidemos que en esta autopista del conocimiento humano, prevalezcan los principios que nos distinguen como seres inteligentes, para que la aplicación de esas aportaciones que la ciencia nos proporciona, no se presten como excusa para todo tipo de excesos en nombre del desarrollo.
Por lo pronto estaremos pensando en una nueva receta auténtica de la enorme riqueza gastronómica del mundo, que humildemente intentaremos reproducir para agradar a nuestros amigos y pasar con ellos otra tarde espléndida llena de optimismo y alegría por lo que viene para el futuro.
¡Por cierto la lasaña quedó extraordinaria!
Para mi hijo Carlos y su dedicación a la ciencia.
Por Carlos Román.