Cada cuatro años, la FIFA se enfrenta a un desafío que va más allá del deporte: organizar el sorteo de grupos para la Copa del Mundo. A simple vista, parece un simple juego de azar con bolas y bombos, pero detrás de este espectáculo televisivo se esconde un complejo problema matemático de asignación de recursos. Un estudio reciente, liderado por el investigador húngaro László Csató, ha puesto bajo la lupa los sorteos de los mundiales de 2018 y 2022, revelando sesgos que, según los expertos, comprometen la equidad del torneo más importante del fútbol. Para el próximo mundial, que se celebrará en 2026 en Estados Unidos, México y Canadá, estos problemas podrían no solo persistir, sino incluso agravarse con el nuevo formato de 48 equipos.
El análisis de Csató, del Instituto de Ciencia Computacional y Control de Hungría, identifica dos reglas clave que distorsionan la imparcialidad del sorteo. La primera es la pre-asignación automática del anfitrión (o anfitriones) en un grupo específico, una cortesía que, en realidad, reduce la variabilidad de los emparejamientos y altera las probabilidades para el resto de los equipos. La segunda es la restricción que limita a un máximo de dos selecciones de la UEFA por grupo, una norma diseñada para garantizar diversidad geográfica, pero que añade complejidad y disminuye el número de escenarios combinatorios óptimos. Según el estudio, de entre decenas de miles de combinaciones posibles, solo en un puñado se logra el equilibrio ideal entre equidad y atractivo competitivo. Esto significa que, bajo las reglas actuales, algunos grupos tienen más probabilidades de formarse que otros, contradiciendo la idea de un ‘sorteo justo’ donde todos los equipos parten de las mismas condiciones.
Para el mundial de 2026, la FIFA introducirá cambios significativos: habrá 48 equipos en lugar de 32, distribuidos en 12 grupos, y tres países anfitriones (EE. UU., México y Canadá), cada uno con un lugar asignado. Aunque la organización corrigió algunos defectos anteriores, Csató advierte que se mantienen los sesgos principales. La regla de confederaciones, que evita que equipos de la misma zona se enfrenten en fase de grupos, sigue siendo, en sus palabras, ‘el principal enemigo de la equidad’. Además, el nuevo formato podría reducir el atractivo para los espectadores, ya que la inclusión de más equipos débiles aumenta la probabilidad de partidos no competitivos en las primeras fases. En un artículo publicado en el European Journal of Operational Research, el investigador señala que ‘la clasificación de dos tercios de los equipos y la participación de 16 equipos débiles adicionales implican que es muy probable que se produzcan partidos sin apuestas’.
¿Existe una solución? Csató propone abandonar el método tradicional de ‘sacar bolas’ en vivo, que elige un escenario sin evaluar todas las posibilidades, y optar por una alternativa más científica: simular por computadora todos los escenarios posibles, seleccionar aquellos que cumplan con criterios óptimos de equilibrio y competitividad, y luego elegir uno al azar entre ellos. Este enfoque, asegura, aumentaría la transparencia y la equidad del torneo. Mientras la FIFA se prepara para el sorteo de 2026, la comunidad científica sigue de cerca este debate, recordándonos que, en el fútbol como en la vida, la justicia no siempre es cuestión de suerte, sino de algoritmos bien diseñados.

