El concierto de Kendrick Lamar en el Estadio GNP Seguros el pasado 23 de septiembre trascendió las polémicas que lo precedieron. Durante semanas, las redes sociales se enfocaron más en los rumores sobre la venta de boletos y una supuesta “poca convocatoria” que en el significado cultural de tener en el país a uno de los raperos más influyentes de la última década. No obstante, al llegar el día del show, la realidad se impuso a la narrativa mediática: más de 60 mil personas atestiguaron un evento que ratificó a Kendrick Lamar como una figura global, capaz de transformar un concierto en un auténtico acontecimiento cultural.
La noche comenzó con una apertura inesperada y efectiva a cargo del dúo argentino Ca7riel & Paco Amoroso. Contra lo que podría esperarse de un acto telonero en un estadio, la dupla conectó con la multitud gracias a su soltura y energía en el escenario. Con temas como “El único”, demostraron que su propuesta artística, caracterizada por una teatralidad que recuerda su aclamado Tiny Desk, tiene el peso suficiente para preparar el terreno para el plato fuerte de la noche. Su narrativa sobre la autenticidad y la lucha por un proyecto genuino los ha convertido en referentes de la nueva música en español, un factor clave que resonó con la audiencia mexicana y demostró que su presencia no fue una casualidad.
Programado para iniciar a las nueve de la noche, Kendrick Lamar subió al escenario media hora después, disipando cualquier impaciencia con su arrolladora fuerza escénica. El show se concibió como una experiencia narrativa, más que como un simple desfile de éxitos. La puesta en escena, precisa y simbólica, incluyó un “descenso” por las escaleras en la primera parte, un gesto alegórico que pareció simbolizar su encuentro con el público a un mismo nivel. El repertorio fue una mezcla poderosa de clásicos como “Humble” y “King Kunta” con cortes de su más reciente álbum, GNX. El público respondió con una energía ensordecedora, convirtiendo cada canción en un momento de comunión colectiva. Kendrick habló poco, dejando que la teatralidad de sus movimientos, la precisión de sus versos y el manejo magistral de los silencios transmitieran el mensaje.
El eje central del concierto fue GNX, un álbum que aborda con madurez temas como la salud mental y las luchas personales. En vivo, esta narrativa se tradujo en un performance sólido, con transiciones impecables y visuales cargados de simbolismo que reforzaron la idea de un relato audiovisual. El momento cúspide de la noche llegó con “Not Like Us”, el tema que definió el panorama musical de 2024. El estadio entero coreó la canción con una energía pocas veces vista en un show de rap en México, confirmando su estatus como un himno de resistencia y triunfo.
Las discusiones previas sobre la venta de boletos quedaron insignificantes frente a la magnitud de la presentación. Kendrick Lamar, un artista con un Premio Pulitzer y un Halftime Show del Super Bowl en su currículum, demostró que su grandeza no depende de cifras, sino de su capacidad para conectar con una multitud a través del arte. Incluso sin la presencia de SZA, con quien comparte la gira, el rapero supo llenar el escenario con un repertorio sin fisuras. El show de 2025 se sintió como la consolidación de una nueva etapa en la carrera del artista, en contraste con su visita en 2024, que se percibió como un momento de transición. Kendrick se mostró más consciente que nunca de su peso cultural y supo combinar fuerza y fragilidad en un mismo acto. El cierre del concierto, con la promesa de volver, dejó una certeza: más allá de los debates en línea, lo verdaderamente valioso fue haber sido parte de un acontecimiento artístico de esta envergadura. El Estadio GNP Seguros se transformó en un espacio donde el rap se vivió como arte, espectáculo y catarsis colectiva, un regalo invaluable para un país que pocas veces recibe shows de esta magnitud.