Imagina que compras una película en tu plataforma de streaming favorita, pagas por ella con la ilusión de tenerla para siempre en tu biblioteca digital, pero meses después descubres que el contenido desapareció sin explicación. Esto es exactamente lo que está sucediendo con millones de usuarios en plataformas como Prime Video, donde lo que se vende como ‘compra’ en realidad son licencias temporales sujetas a los caprichos de los acuerdos de distribución. La confusión entre lo que significa poseer algo físicamente versus tener acceso digital está generando una ola de demandas que podrían cambiar para siempre cómo consumimos contenido en línea.
Recientemente, Lisa Reingold presentó una demanda colectiva en el Distrito Este de California contra Amazon, acusando a Prime Video de publicidad falsa y engañosa. La queja legal argumenta que etiquetar como ‘compra’ opciones que en realidad son alquileres a largo plazo confunde a los consumidores, quienes creen estar adquiriendo propiedad perpetua sobre el contenido. La comparación es clara: cuando compras un DVD, ese disco es tuyo para siempre, puedes verlo dentro de diez años sin problemas. En cambio, lo ‘comprado’ en streaming puede desaparecer si la plataforma pierde los derechos de distribución o decide reemplazar la versión que adquiriste por otra edición.
Este caso podría sentar un precedente importante para toda la industria del streaming. Servicios como Apple TV, Google Play Movies y otros utilizan términos similares, donde ‘comprar’ realmente significa ‘acceso prolongado pero no eterno’. Los términos de uso de estas plataformas suelen enterrar estas condiciones en letra pequeña que pocos usuarios leen detenidamente. La demanda busca que se clarifique el lenguaje utilizado y que se ofrezcan reembolsos o compensaciones a quienes hayan ‘comprado’ contenido que luego desapareció de sus bibliotecas virtuales.
Al final, este debate nos lleva a reflexionar sobre el verdadero valor de lo digital versus lo físico en la era moderna. ¿Realmente poseemos lo que pagamos en internet? La respuesta, por ahora, parece ser un ‘no’ rotundo. Como consumidores, debemos estar más atentos a los términos que aceptamos y exigir transparencia a las empresas que disfrutan de nuestra confianza y nuestro dinero. Este caso podría ser el primer paso hacia un consumo digital más justo y comprensible para todos.