Prepárense, amigos, porque la historia de hoy nos lleva a otro nivel de ingenio gamer. ¿Recuerdan esas tardes jugando Doom en la PC de la casa? Pues ahora imaginen jugarlo… ¡en un cargador portátil! Así como lo leen. Aaron Christophel, un creador de contenido que parece tener un don para las locuras tecnológicas, ha logrado lo impensable: ejecutar Doom en un Anker Prime Charger de 250W. Este dispositivo, que normalmente se usa para cargar nuestros smartphones y demás gadgets, cuenta con una pequeña pantalla a color, ¡y ahí está el truco! Para muchos, esta proeza es simplemente increíble.
Pero ¿cómo lo logró? El secreto está en el ‘cerebro’ del cargador. Resulta que el Anker Prime Charger tiene un procesador Synwit SWM34S con núcleo ARM Cortex-M33, una cantidad modesta de RAM y almacenamiento, pero suficiente para un juego de los 90s. Piensen que Doom fue diseñado para procesadores que funcionaban a velocidades mucho menores que las de hoy en día. Y lo más asombroso es que el sistema de control, que se basa en una simple rueda giratoria, funciona sorprendentemente bien: se usa para moverse, disparar, e incluso abrir puertas. ¡Chapeau, Aaron! No hay modificaciones de hardware, solamente una buena dosis de ingenio y programación.
Ahora, la pregunta del millón: ¿por qué es esto tan importante? Más allá de lo divertido y asombroso que es ver a Doom funcionando en un dispositivo tan inesperado, este logro nos recuerda el poder de la innovación y la creatividad. Ver a un juego icónico de los 90s correr sin problemas en un dispositivo con hardware tan modesto nos muestra cómo la tecnología ha avanzado, pero también cómo se pueden encontrar soluciones ingeniosas para ejecutar programas en sistemas que no están diseñados para ello. Además, este logro añade otro elemento a la ya extensa lista de dispositivos poco convencionales en los que se ha corrido Doom, desde calculadoras hasta refrigeradores. Esta historia simplemente nos demuestra que con un poco de creatividad y conocimiento técnico, ¡casi cualquier cosa es posible! Es una buena lección para todos, que nos invita a pensar fuera de la caja y a explorar las posibilidades infinitas de la tecnología.