En los últimos meses, Meta había estado en una carrera frenética por reclutar a las mentes más brillantes en inteligencia artificial, ofreciendo paquetes millonarios que llegaron a superar los 100 millones de dólares por persona. La estrategia de Mark Zuckerberg era clara: construir un equipo de élite capaz de desarrollar sistemas de superinteligencia que superaran a los humanos en tareas cognitivas y colocaran a la compañía a la vanguardia de la próxima revolución tecnológica. Sin embargo, en un giro inesperado, la empresa acaba de congelar todas las contrataciones en su división de IA, una medida que ha dejado a empleados y analistas con más preguntas que respuestas.
La pausa en la contratación, vigente desde la semana pasada, forma parte de una reestructuración interna más amplia. Meta había logrado fichar a más de 50 investigadores e ingenieros de competidores como OpenAI, Google DeepMind, Anthropic, xAI e incluso Apple, utilizando lo que algunos llaman ‘reverse acquihires’: absorber talento clave de startups pagando sumas millonarias a sus fundadores. La jugada más audaz fue la adquisición parcial de Scale AI por 14,300 millones de dólares, asegurando que su fundador, Alexandr Wang, liderara el nuevo laboratorio de superinteligencia. Este dream team incluía también a figuras como Nat Friedman, ex CEO de GitHub, y Daniel Gross, cofundador de Safe Superintelligence, pero el costo astronómico ya estaba generando preocupación en Wall Street.
Detrás de la justificación oficial de ‘planificación organizativa’ se esconden tensiones culturales y financieras. Los nuevos fichajes, con salarios y bonos espectaculares, conviven con veteranos que ven estas desigualdades como una amenaza para el ambiente laboral, al punto de que algunos investigadores de la vieja guardia han amenazado con irse. La industria también ha reaccionado: Sam Altman de OpenAI calificó la política de cheques en blanco de Meta como ‘locura’, mientras que Dario Amodei de Anthropic advirtió que una guerra salarial podría destruir la cultura de cualquier compañía. Inversores como Morgan Stanley ya alertaban sobre el peso preocupante de los costos laborales en la estructura de gastos de Meta.
Este freno repentino llega en un momento delicado para los mercados tecnológicos, que atraviesan ventas masivas de acciones por el temor a una ‘burbuja de la IA’. Expertos consultados por CNBC y The Wall Street Journal coinciden en que no se trata de un retroceso, sino de un ‘modo digestión’ después de una etapa de gasto desenfrenado. Meta necesita tiempo para integrar a su nuevo ejército de investigadores y evaluar si puede transformar esta inversión monumental en avances tangibles. La pregunta clave es si Zuckerberg podrá mantener el ritmo de gasto, la cohesión interna y la confianza de los inversores el tiempo suficiente para lograr su objetivo de construir una IA superinteligente que marque la diferencia frente a gigantes como OpenAI y Google. Después de que su apuesta por el metaverso no rindiera los frutos esperados, esta pausa estratégica podría ser el momento de truth or dare para Meta.