En medio de una ola de despidos en el sector tecnológico y contrataciones estratégicas como la de Aaron Saunders, ex CTO de Boston Dynamics, en Google DeepMind, surge una pregunta incómoda: ¿está la inteligencia artificial (IA) haciendo obsoletos a los desarrolladores? La reflexión del analista Ian Bremmer sobre si aprender código es peor que tatuarse la cara ha sacudido la industria, pero los datos cuentan una historia más compleja. Mientras China lidera la innovación en robótica física y empresas como OpenAI comprometen billones de dólares, la demanda de servicios de IA generativa supera la capacidad actual de los centros de datos, según reconocen los CEO de Microsoft y Amazon. Sin embargo, las estadísticas del Federal Reserve Bank de Nueva York revelan una paradoja: los recién graduados en ingeniería informática enfrentan tasas de desempleo más altas que los de periodismo o filosofía.
Kyle Daigle, director de operaciones de GitHub, la mayor comunidad de desarrolladores del mundo con 180 millones de profesionales, ofrece una perspectiva optimista. Desde su oficina cerca de Boston, explica que 2025 ha sido su año de mayor crecimiento, con más de un nuevo desarrollador por segundo. La clave está en cómo la IA está transformando el trabajo: entre el 20% y el 30% del código en los repositorios de Microsoft ya es generado por IA, y se espera que alcance el 95% para 2030. Daigle compara este cambio con la revolución del ordenador personal, que democratizó la computación. “La IA ayuda a alcanzar una meta aprendiendo durante el camino, y eso es mucho mejor para aprender a programar que ir a la Universidad”, afirma. Plataformas como Agent HQ de GitHub permiten a los desarrolladores delegar tareas en agentes de IA, revisando el trabajo como lo harían con un compañero humano, lo que reduce el tiempo dedicado a escribir código del 20% a una fracción.
El impacto más significativo, según Daigle, es la caída de la barrera de entrada. La IA está invitando a más personas a la conversación, similar a cómo GitHub reunía a desarrolladores en 2008. No todos se convertirán en profesionales, pero cada vez más gente crea “aplicaciones personales”, como la que Daigle desarrolló en una hora para elegir juegos con amigos. Además, la IA ofrece soluciones para problemas antiguos, como migrar el 60% del código mundial escrito en Cobol, un lenguaje obsoleto pero crítico para bancos y aerolíneas. Aunque hay poco código público de Cobol para entrenar modelos, Daigle imagina una colaboración en la industria fintech para crear herramientas compartidas. El informe de Google DORA resume bien este momento: la IA actúa como un espejo y un multiplicador, impulsando la eficiencia en organizaciones cohesionadas y resaltando debilidades en las fragmentadas.
En última instancia, la IA no está eliminando a los desarrolladores, sino redefiniendo su rol. Como señala Daigle, el verdadero cambio es social: se trata de reunir a más personas para resolver problemas y compartir conocimiento. El futuro del desarrollo de software no depende de quién escribe el código, sino de cómo usamos estas herramientas para crear soluciones que funcionen en el mundo real. La IA, al final, es una medida de nosotros mismos: refleja nuestra capacidad para adaptarnos y colaborar en un mundo tecnológico en constante evolución.

