Imagina un mundo donde una tecnología alcanza a más de mil millones de usuarios más rápido que cualquier otra en la historia. Ese mundo ya está aquí, y se llama inteligencia artificial. Un nuevo reporte de Microsoft acaba de trazar un mapa global que revela cómo se distribuye el poder de la IA en el planeta, mostrando no solo quiénes están a la cabeza, sino también las profundas brechas que dejan a millones fuera de esta revolución. La IA ha emergido como la tecnología de propósito general más nueva de nuestra era, y su adopción supera cualquier récord previo, consolidándose como la innovación de adopción más veloz jamás registrada. Pero esta expansión no es uniforme: mientras algunas regiones navegan a toda velocidad, otras apenas logran encender el motor.

El estudio de Microsoft coloca a países como Emiratos Árabes Unidos (59.4%), Singapur (58.8%), Noruega (51.7%) e Irlanda (49.7%) en la cima de la adopción global, reflejando una correlación directa entre infraestructura moderna, altos ingresos y alfabetización digital. Sin embargo, el mapa de difusión muestra un desequilibrio geográfico contundente: mientras europeos y asiáticos del norte superan el 40% de adopción, varias regiones del África Subsahariana, Asia Central y América Latina permanecen por debajo del 10%. Microsoft advierte que esta brecha no solo es económica, sino que se arraiga en infraestructura básica, conectividad y educación tecnológica. El idioma también juega un papel crucial: el inglés domina más del 50% del material apto para entrenamiento de IA, mientras que idiomas africanos, indígenas o minoritarios están prácticamente ausentes, condicionando la calidad de la experiencia para millones de hablantes en el sur global.

La capacidad real de cada país para beneficiarse de la IA depende de cuatro ‘bloques de construcción’ fundamentales. Primero, la electricidad confiable: en muchas naciones del África Subsahariana, menos del 50% de la población tiene acceso estable, lo que limita cualquier oportunidad de integrarse a la economía digital. Segundo, la conectividad: en Zambia la tasa nacional de uso de internet es apenas del 9%, un ejemplo extremo de cómo la falta de infraestructura digital hunde la adopción de IA. Tercero, los centros de datos: la nueva generación de modelos exige recursos masivos, y aquí aparece una de las brechas más contundentes, definiendo dónde se puede entrenar IA y quién puede competir en la próxima década tecnológica. Cuarto, las habilidades digitales: aunque más de 4.2 mil millones de personas tienen habilidades digitales básicas, solo 1.2 mil millones usan IA, confirmando que la brecha ahora es también educativa.

El estudio distingue dos grandes grupos en el ecosistema global. Los ‘frontier builders’ son quienes desarrollan los modelos más avanzados, con organizaciones como Microsoft, OpenAI, Google, Meta, Anthropic y DeepMind principalmente distribuidas entre Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Corea del Sur y Canadá. Los ‘infrastructure builders’ determinan la capacidad física del planeta para sostener IA, con Estados Unidos y China concentrando la mayor parte de la infraestructura global mientras regiones enteras carecen de capacidad significativa. Esta asimetría condicionará qué países podrán entrenar modelos propios y cuáles dependerán siempre de capacidades externas.

El panorama que pinta Microsoft es claro: la IA avanza rápidamente, pero no equitativamente. Las regiones con infraestructura robusta, conectividad amplia y mayor alfabetización digital capturan la mayoría de los beneficios, mientras que millones de personas siguen limitadas por fallas estructurales. Aun así, el reporte no es pesimista: la ruta está trazada. Invertir en electricidad confiable, expandir internet, construir centros de datos y desarrollar habilidades digitales no es solo una opción, sino el camino necesario para que la inteligencia artificial sea verdaderamente una tecnología para todos. La pregunta que queda en el aire es si el mundo tendrá la voluntad para construir esos puentes, o si permitiremos que la brecha digital se convierta en un abismo imposible de cruzar.

Por Editor