El cine ha encontrado una nueva estrella con ‘Springsteen: Deliver Me From Nowhere’, un biopic que nos lleva a un viaje por la vida del legendario Bruce Springsteen. Bajo la dirección del talentoso Scott Cooper, famoso por películas como ‘Crazy Heart’, este filme no se conforma con contar una historia superficial, sino que profundiza en una faceta menos conocida del artista.

En esta película, Jeremy Allen White asume el reto de encarnar al famoso ‘Boss’. Más que una simple imitación, la interpretación de White busca capturar la esencia humana de Springsteen durante un periodo particularmente oscuro de su vida. La elección de Jeremy Allen White no fue al azar; su estructura facial y su capacidad para transmitir la vulnerabilidad y autenticidad hacen que su actuación sea un puente perfecto hacia el alma de Springsteen. Con la ayuda del entrenador vocal Eric Vetro, White se convierte en un Bruce que no solo se parece físicamente, sino también emocionalmente sincero.

Lo que verdaderamente hace única a ‘Springsteen: Deliver Me From Nowhere’ es su enfoque en el álbum ‘Nebraska’, un trabajo que refleja una etapa personal intensa y vulnerable para el músico. Cooper se centra en el trauma y la depresión que aquejaban a Springsteen mientras escribía este álbum, mostrando cómo estos elementos alimentaron su creatividad. Es este enfoque de mostrar al artista en su momento más frágil lo que permite a la película diferenciarse de otros biopics, ofreciendo a los fans una visión inédita de su ídolo.

En una época donde la inteligencia artificial amenaza con sustituir a los seres humanos en diversas áreas, Scott Cooper subraya la importancia de mantener lo humano en el arte. Rechaza la idea de trabajar con ‘actrices’ generadas por IA, como Tilly Norwood, argumentando que nunca podrán replicar la conexión emocional que los actores de carne y hueso como Jeremy Allen White son capaces de lograr.

‘Bruce Springsteen: Deliver Me From Nowhere’ no es solo una película acerca de una leyenda de la música, es una exploración de la condición humana, de cómo el arte puede emerger del dolor y de las decisiones que definen una vida. Sin duda, es una invitación para que el público no solo descubra, sino que sienta a Springsteen de una manera profundamente personal.

Por Editor