robot figurine near store

Imaginen entrar a una tienda en Tokio donde los robots parecen hacer magia, reponiendo los estantes con una precisión impresionante. La verdad es que detrás de esta aparente independencia tecnológica, hay un secreto a miles de kilómetros de distancia: manos humanas en Filipinas echando una mano. En el corazón financiero de Manila, un grupo de operadores monitorea y asiste a estos brazos robóticos, asegurándose de que las tiendas japonesas nunca se queden sin tus bebidas favoritas. Este sistema es una fascinante mezcla de ingenio tecnológico y la realidad de la colaboración global.

Estos operadores, desde un centro de control en Manila, observan las tiendas a través de monitores. Cuando un brazo robótico, como el veloz TX SCARA diseñado por Telexistence, comete un error —digamos, una lata se cae o un envase queda mal acomodado—, es ahí donde entra la acción humana. Un operador se pone un visor de realidad virtual y toma el control remoto, guiando el robot con destreza para corregir el incidente en cuestión de minutos. Aunque estas intervenciones son pocas, aproximadamente el 4% de las operaciones, son cruciales para mantener la eficiencia y la ilusión de una automatización total para los clientes nipones. Esta alianza entre la japonesa Telexistence y Astro Robotics en Filipinas es un ejemplo claro de cómo la conectividad digital está redefiniendo el trabajo.

Pero, ¿por qué Japón, un país tan avanzado, necesita esta intervención remota? La respuesta radica en una escasez de mano de obra en el sector minorista, agravada por el envejecimiento de su población. La automatización surge como una solución estratégica para mantener los servicios sin aumentar la plantilla local. Sin embargo, esta “eficiencia” tiene una cara B. Los operadores filipinos, que realizan tareas técnicas y exigentes, perciben salarios que rondan los 250 a 315 dólares al mes, una fracción de lo que cobrarían sus contrapartes en Japón. Es un modelo que, si bien beneficia a las empresas japonesas al reducir costos, también plantea interrogantes sobre la externalización de la desigualdad. Además, la chamba no es sencilla: supervisar múltiples robots, reaccionar rápido y lidiar con los efectos físicos de los visores de realidad virtual, como mareos, son parte del día a día.

Lo más interesante es que cada intervención humana no solo corrige un error, sino que también sirve para enseñar a la IA. Telexistence recopila estos datos de teleoperación para perfeccionar sus modelos de inteligencia artificial, buscando que los robots sean cada vez más autónomos y hábiles. Imaginen, los errores de hoy son el aprendizaje del mañana. La empresa ya está colaborando con startups para desarrollar una “inteligencia física” más cercana a la humana. Este fenómeno no es exclusivo de Japón; a nivel global, el mercado de agentes de IA autónomos crecerá exponencialmente. Filipinas, con su talento técnico a menor costo, se está posicionando estratégicamente en esta nueva era de la automatización y la robótica, atrayendo a compañías extranjeras que buscan desarrollar proyectos de IA y robótica.

La colaboración entre humanos y máquinas está evolucionando a pasos agigantados, y lo que vemos en las tiendas de Tokio es solo un adelanto. Será fascinante observar cómo se balancea la autonomía de los robots con la necesidad de la intervención humana, y cómo se gestionan los datos generados por esta interacción, especialmente en términos de privacidad y propiedad. Este modelo nos invita a reflexionar sobre el futuro del trabajo, la ética de la automatización global y las nuevas formas de conectividad que están moldeando nuestro mundo. La neta, estamos en un momento clave de la historia tecnológica.

Por Editor