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Imagina que estás pasando por un momento difícil, con la mente llena de dudas y emociones encontradas. En lugar de buscar a un profesional, decides contarle tus problemas a un chatbot que te responde con palabras reconfortantes y consejos que parecen hechos a tu medida. Suena tentador, ¿verdad? Pero detrás de esa aparente solución se esconde un riesgo que podría costar más de lo que imaginas. La inteligencia artificial está invadiendo espacios que deberían estar reservados para profesionales capacitados, y la psicología es uno de los campos donde este fenómeno resulta especialmente preocupante.

Los datos son alarmantes: en Estados Unidos, aproximadamente el 12% de los adolescentes ha recurrido a la IA en busca de apoyo emocional, según un estudio de la Universidad de Chicago. Otros estudios sugieren que el 25% de los estadounidenses preferiría hablar con una inteligencia artificial antes que con un psicólogo. En España, aunque no hay cifras tan concretas, muchos profesionales reportan que sus pacientes jóvenes han confesado haber consultado sus problemas con ChatGPT. La psicóloga Mariela Checa, decana del Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental, explica que esto no se debe necesariamente al tabú sobre la salud mental, sino más bien a la falta de acceso a profesionales. “La salud mental, que debería ser un derecho, se ha convertido en un lujo”, afirma. En la sanidad pública española, conseguir una primera cita con un psicólogo puede tomar hasta 70 días, y las sesiones de seguimiento suelen espaciarse por meses.

Pero ¿por qué es tan peligroso confiar nuestra salud mental a un algoritmo? La IA, por muy avanzada que parezca, carece de la capacidad para establecer un vínculo emocional genuino. No puede leer nuestro lenguaje corporal, interpretar nuestras emociones en contexto ni detectar cambios sutiles en nuestro estado de ánimo. Checa lo explica con claridad: “La IA no tiene mirada”. Además, estos sistemas tienden a devolver respuestas que creen que queremos escuchar, basándose en nuestros patrones de preguntas. Esto puede generar una distorsión de la realidad y mantenernos enganchados a ideas que no nos benefician. Como ejemplo, la psicóloga menciona el caso de una joven que recibió constantes refuerzos positivos de la IA sobre una relación poco saludable, lo que le dificultó reconocer la realidad y avanzar.

La inteligencia artificial puede ser una herramienta valiosa para los profesionales de la psicología, ayudándoles a investigar temas o organizar información, pero nunca debería reemplazar la terapia humana. El verdadero proceso terapéutico implica una colaboración entre paciente y terapeuta, donde ambos trabajan juntos hacia soluciones. La IA, en cambio, ofrece respuestas prefabricadas que no consideran nuestras necesidades reales. Si queremos evitar que más personas caigan en la trampa de sustituir a los psicólogos por algoritmos, es urgente mejorar el acceso a la salud mental pública. De lo contrario, estaremos permitiendo que una máquina se encargue de lo más humano que tenemos: nuestras emociones.

Por Editor