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En un momento que muchos consideran histórico, Gaza respira un aire de esperanza tras la firma de la primera fase del acuerdo de paz entre Hamás e Israel. Después de dos años de conflicto que han dejado más de 67,000 palestinos fallecidos, el jueves 9 de octubre marcó un punto de inflexión con la implementación del plan presentado por el presidente estadounidense Donald Trump. La noticia, anunciada por el propio Trump en sus redes sociales, ha generado reacciones encontradas pero esperanzadoras en ambos lados del conflicto, abriendo una puerta hacia lo que podría ser el principio del fin de décadas de violencia en la región.

El corazón del acuerdo se centra en la liberación de los rehenes que permanecen en poder de Hamás desde los ataques del 7 de octubre de 2023. Según los términos establecidos, los 48 rehenes restantes -de los cuales se estima que unos 20 siguen con vida- deberán ser liberados en un plazo de 72 horas una vez que el gobierno israelí apruebe formalmente el acuerdo. A cambio, Israel se compromete a liberar a 250 presos palestinos condenados a cadena perpetua, más otros 1,700 detenidos desde el inicio del conflicto. Entre los nombres más significativos que Hamás busca liberar se encuentran Marwan al-Barghouti, líder de Fatah, y Ahmed Saadat, jefe del Frente Popular para la Liberación de Palestina, ambos condenados por su participación en atentados mortales contra israelíes.

La retirada parcial de las fuerzas israelíes hacia la llamada ‘línea amarilla’ representa otro componente crucial del acuerdo, aunque las tropas permanecerían dentro del territorio de Gaza. Paralelamente, se espera una llegada masiva de ayuda humanitaria gestionada por Naciones Unidas, que alcanzaría volúmenes similares a los estipulados en acuerdos anteriores sin posibilidad de bloqueo por ninguna de las partes. El plan de Trump también contempla la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización que asumiría gradualmente el control de la región, mientras que a los miembros de Hamás que abandonen las armas se les ofrecerá amnistía y la posibilidad de salir de Gaza hacia países dispuestos a recibirlos.

A pesar del optimismo inicial, el camino hacia una paz duradera presenta desafíos significativos. La cuestión de quién gobernará Gaza después del conflicto sigue siendo el punto más delicado, con Netanyahu y los países occidentales descartando cualquier papel para Hamás, mientras que el movimiento islamista solo aceptaría ceder el poder a un gobierno palestino tecnocrático dirigido por la Autoridad Nacional Palestina. El desarme de Hamás y las garantías sobre la retirada completa de tropas israelíes son otros puntos de fricción que requerirán negociaciones intensas. Mientras las celebraciones se extienden por las calles de Gaza y la Plaza de los Rehenes en Tel Aviv, la realidad nos recuerda que este es solo el primer paso en un proceso complejo que demandará compromiso, paciencia y, sobre todo, la voluntad genuina de todas las partes involucradas para construir una paz que trascienda los acuerdos sobre el papel.

Por Editor