La curiosidad sobre el origen de la vida en nuestro planeta ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Recientemente, un hallazgo en Labrador, Canadá, ha puesto en el centro del debate científico la edad de lo que podrían ser las primeras evidencias de vida en la Tierra. Este descubrimiento no solo desafía nuestras comprensiones previas, sino que también abre nuevas preguntas sobre cómo y cuándo comenzó todo.
El profesor Martin Whitehouse del Museo Sueco de Historia Natural ha sido una figura clave en este debate. En 2017, se reportó que ciertos restos de carbono aparentemente biológicos databan de al menos 3.95 mil millones de años, lo que los convertiría en los más antiguos conocidos. Sin embargo, Whitehouse y otros científicos mostraron escepticismo. En julio, durante la Conferencia Goldschmidt en Praga, presentó evidencia que sugiere que este carbono en realidad tiene entre 2.7 y 2.8 mil millones de años, haciéndolo más joven que otros rastros de vida encontrados en diferentes partes del mundo. Este carbono se encuentra en una roca metamórfica que alguna vez fue lodo en el fondo marino, posible hogar de vida microbiana temprana.
La clave para determinar el origen biológico de este grafito radica en la proporción de isótopos de carbono. La vida, desde sus inicios, ha mostrado preferencia por el carbono-12, más ligero que el carbono-13. El grafito de Labrador presenta esta firma isotópica ‘ligera’, indicando un origen orgánico. Sin embargo, establecer su edad exacta sigue siendo un desafío complejo, lleno de incertidumbres y debates científicos. Este descubrimiento no solo nos acerca un paso más a entender nuestros orígenes, sino que también nos recuerda lo mucho que aún nos queda por aprender sobre el planeta que llamamos hogar.