Desde la reforma electoral pensada y realizada por Jesús Reyes Heroles en 1977, se puso en práctica una fórmula que en su momento funcionó para abrir a la oposición, primero el Congreso, después algunos estados y finalmente la presidencia de la república en el año 2000, a pesar de la representación hegemónica de un partido político dominante, sin contrapesos y autoritario como lo fue el PRI. Esa reforma política dio origen a los plurinominales. Estos legisladores no son elegidos directamente por los votantes, sino que son designados a partir de listas proporcionadas por los partidos políticos, basadas en el porcentaje de votos que cada partido obtiene en las elecciones. Este mecanismo tuvo como objetivo garantizar una representación más equitativa y proporcional en el Congreso.
La apertura política fue sana, permitió que se formara una oposición que a la postre pudo convertirse en gobierno. El PAN con Vicente Fox llegó a ganar la Presidencia de la República. El PRD conquistó con Cuauhtémoc Cárdenas, la capital del País.
Los plurinominales fueron muy importantes para los partidos políticos que lograron tener voz en el Congreso. Formaron una oposición fuerte, con argumentos y presencia en amplios sectores sociales. De esta forma el PAN y el PRD, dejaron de ser figuras decorativas o testimoniales en la vida política de México.
Esa reforma política cumplió su propósito. Ahora vivimos en 2024 y después del 2 de junio, la representación social y apoyo ciudadano a los partidos de oposición, mostró a todos su agotamiento. La desaparición del PRD, la pulverización y disminución a su mínima expresión del PRI y la pérdida de todo resquicio de principios del partido creado por Gomez Morin, más los pleitos de comadres que escenifica Marko Cortes con Felipe Calderón, evidenciaron el desprestigio de los partidos que han sido rebasados por movimientos sociales que ya no los toman en cuenta y, por el contrario, son un lastre para cualquier candidato que participe bajo sus siglas. La sociedad los ignoró y se ha vuelto refractaria a ellos.
Ante la realidad, es necesario eliminar a los plurinominales. Esa es otra importante iniciativa constitucional que ha prometido la Dra. Claudia Sheinbaum. Su función hace mucho que ya no es la de abrir canales de representación a los partidos minoritarios, sino que se convirtió en negocio de aquellos que han tomado el cascarón de lo que queda de esos partidos. Las actuales dirigencias del PRI y del PAN son las peores de las que se tenga memoria. Sin plurinominales se obligaría a incubar una oposición seria, con propuestas e ideas, para acercarse a la ciudadanía. También harían un gran bien al debate parlamentario, además de reducir los altísimos costos de los partidos, que son hoy un buen negocio familiar. Es cierto, sin partidos no hay democracia, pero con estos, mejor que así sea. Que significa el PT, el Verde, MC: nada, solo son bisagras y fuente de trapacerías.
Por las crisis interminables de las dirigencias partidistas tenemos una democracia frágil, débil, necesitada de oxígeno. El ciclo se cierra. Tenemos un nuevo partido hegemónico. Morena no quiere competencia ni cuestionamientos.
Los diputados plurinominales representaron un intento de balancear la representación política y garantizar que la pluralidad de opiniones de la sociedad mexicana esté reflejada en el ámbito legislativo. Sin embargo, el sistema ya no funciona porque los partidos nunca quisieron transparentar los procesos de selección y creación de mecanismos para asegurar una mayor conexión entre los legisladores, los partidos y la ciudadanía. Solo sin plurinominales se podrá fortalecer una verdadera representación política que enriquezca la democracia y la legitimidad del Congreso mexicano.
Por cierto que los senadores plurinominales, siempre fueron una aberración, jurídica y política, ya que el Senado representa políticamente a los estados de la república y estos son iguales sin importar extensión territorial, población o desarrollo económico.
En fin, los plurinominales son la gracia que hoy tienen los “príncipes” de lo que queda de los partidos de oposición para dar a sus amigos o para servirse ellos mismos y peor aún, para dotar de fuero a delincuentes.
Por Carlos Román.