Apenas la semana pasada, el ejército de Bolivia intentó derrocar al gobierno democráticamente electo de ese País, mediante un fallido golpe de estado, que se dice fue una simulación, pero intento de golpe al fin. En México no hemos  tenido golpes de Estado, desde principios del siglo pasado y quitando la inseguridad que padecemos, tenemos paz social y política. Lo anterior se debe en gran medida a la capacidad del sistema político para la circulación de sus élites. Sucedió durante el priísmo, durante la alternancia panista y seguramente continuará con la 4T.

México ha encontrado su peculiar fórmula para evitar golpes de Estado: simplemente, no reelijamos. Al menos, eso pensamos mientras miramos de reojo cómo nuestros queridos hermanos sudamericanos, luchan por resolver sus problemas internos, sin la intervención de la bota militar. ¡Qué lamentable es verlos en una constante danza de asonadas, bajo la sombra de caudillos y hombres fuertes!

Una de las propuestas de la futura presidenta de México Claudia Sheinbaum, que tienen mucho sentido en cuanto a nuestra tradición no reeleccionista, es revertir la reelección de integrantes del poder legislativo porque en lugar de permitir y fomentar la formación de una carrera parlamentaria, ha generado la existencia de cacicazgos, muchas veces eternizando a personajes impresentables que no pueden vivir sin fuero y fuera del presupuesto. Pero además, tampoco vemos a estos legisladores, que traten de destacar en un mar de mediocridad legislativa y muchas veces durante los largos años de su gestión, no son capaces de presentar una sola iniciativa coherente, inteligente y razonable para atender un problema específico.  

Es curioso cómo los legisladores con apetito reeleccionista, sólo voltean a ver a sus partidos y recuerdan que en ellos existen militantes, cuándo se acercan las elecciones. Entonces, de repente, se transforman en los legisladores más cercanos  que buscan siempre estar conviviendo con sus bases, después, no los vuelven a ver hasta los próximos comicios que serán en los siguientes 3 o 6 años.

Cuando se aprobó la reforma constitucional de 2014 para permitir la reelección de legisladores, el 70% de la población se mostró en contra. ¿Por qué? Tal vez porque los ciudadanos se sienten hartos e indefensos ante una clase política voraz, ineficiente y costosa. Pero claro, siempre podemos ignorar esas voces.

Además, ante la falta de cuadros propios, los partidos de oposición sin excepción, han buscado a priistas fracasados para hacerlos sus candidatos a gobernadores, senadores y diputados. Es como pescar en el basurero de la política. Y luego se preguntan ¿por qué no logramos desterrar las malas mañas en la política?. ¡Vaya misterio!

En las últimas elecciones, todos los partidos presentaron a candidatos para su reelección, que han estado aferrados al cargo desde hace muchos años. ¡Qué capacidad de renovación! Es un asunto penoso porque ningún partido, especialmente de la oposición, se preocupan por invertir en formar nuevos cuadros en lugar de sentarse sin soltar el cargo, lo que eterniza a las elites políticas, yendo en contra de la máxima que le ha dado gobernabilidad y paz al País durante muchos años. 

Y así seguiremos, hasta en tanto no se apruebe esa reforma constitucional que impedirá la reelección de los integrantes del poder legislativo, la que espero también se traslade a los congresos de los estados, porque ahí al igual que en el federal, siguen llegando a ocupar cargos de elección popular verdaderos analfabetas funcionales, que no tienen más mérito de haber estado en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Pero mientras tanto, ¡apoyamos la NO  reelección! Porque, al fin y al cabo, ¿quién necesita de un caos organizado o desorganizado cuando tenemos estabilidad?

Por Carlos Román

Por Editor

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