El 21 de febrero de 2024, es un día que quedará marcado en la historia de las muchas sinrazones que nos ha dado este gobierno. Las desafortunadas palabras que el Presidente pronunció desde su conferencia mañanera sobre las acciones que como juez de consigna realizó el entonces Presidente de la SCJN Arturo Zaldívar, confirmaron o mejor dicho desnudaron, lo podrido del actuar de algunos jueces y magistrados, que con tal de ganarse la gracia del autócrata, traicionan la noble y esencial función de administrar justicia, imparcial, pronta y expedita. Peor aún, cuando esta infamia se realiza con el deseo subyacente de volverse militante del partido en el poder. Por eso nuestra justicia muchas veces no es justicia, es solo el efecto corruptor de quienes se valen de ella, para sentirse por “su calidad moral” por encima de la ley.
El Presidente exhibió a un oscuro personaje que cotidianamente se está ganando el repudio de los mexicanos y particularmente de aquellos a quienes les ha sido negado el manto protector de la justicia. Agazapado en intereses oscuros, sojuzgó la autonomía de los jueces mediante siniestros personajes que ejecutaban sin demora sus instrucciones para realizar la infamia. La actuación de Arturo Zaldívar como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es sencillamente inaceptable y vergonzosa.
Algo que nos llena de rabia infinita, es sufrir la consigna de jueces que, sin el más elemental respeto a la ética profesional, violan la ley para satisfacer los deseos del padrino encumbrado.
Esta ilegal forma de presión a jueces y magistrados con el objeto de torcer la ley, no es solo una ocurrencia: es un delito, uno de los muchos que recorren todos los días el País. Lo grave es que este es un delito cometido por el entonces Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a solicitud del titular del Poder Ejecutivo. La división de poderes es para estos personajes un cuento costumbrista. Esta práctica implica usar la ley para secuestrar, para encarcelar, para aplastar, para eliminar al oponente; también para facilitar venganzas personales. No he visto en cinco años que se castigue al sicario, al homicida, al extorsionador, al funcionario corrupto.
¿Cómo podemos hablar de que vivimos en un Estado de derecho, cuando el más importante Juez del País es el primero en torcer el camino de la ley para ofrecer su uso faccioso como tributo al Presidente? Esa confesión demuestra que hemos vivido, como lo he afirmado, en un Estado donde nuestros gobernantes, hacen lo que quieren cuando así lo dicta su mala digestión.
Este hecho, confirma que nuestra clase política se encuentra en plena descomposición. Arturo Zaldívar llegó a ser presidente de la Corte y un súbdito obediente y dócil. Por un principio mínimo de congruencia y de decencia, debería retirarse de la vida pública, porque representa la más abyecta forma de vivir del presupuesto.
Este tipo de jueces, son los causantes de que tengamos un país sin futuro, sin rumbo y sin remedio. Cuando la justicia se vuelve su principal negocio, la nación colapsa.
¿Cómo podemos aspirar a tener seguridad, cuando los representantes del Estado son los que facilitan la ausencia del Estado?. ¿Cómo pueden ofrecer democracia si carecemos de Estado de derecho?.
Zaldívar corrobora que la corrupción, la incapacidad, la impunidad, son las constantes que prevalecen en nuestro País. Pero no todo está perdido, una cosa es cierta: Los mexicanos estamos despertando del letargo de la indiferencia. Tenemos mucho que perder. Por lo pronto, que jueces como Arturo Zaldívar, reciban toda nuestra indignación y repudio. Lo bueno es que cada día se percibe un mayor hartazgo de muchos ciudadanos que no van a claudicar sin dar batalla, con ideas, con propuestas. ¡Con nuestros votos corregiremos el rumbo!